Mensaje cuaresmal del Cardenal Karol Wojtyla en Cracovia,
1978 (2da parte)
(Su última Cuaresma en Cracovia)
Intentaremos ahora comprender en su plenitud
el amor que ha movido a Dios a ordenar «no cometerás adulterio», y a la luz de
estas palabras sencillas pero fuertes, trataremos de analizar nuestros
pensamientos, actitudes y palabras. Intentemos considerar también el reverso
del sexto mandamiento – fundamental ley moral – según las palabras de Cristo:
«Por sus frutos conoceréis…no puede un árbol bueno dar frutos malos»(Mt 7,17-17)
Preguntémonos ahora: si ignoramos este
mandamiento le prestamos un servicio al hombre, a la familia, al pueblo o les
hacemos daño? Sabemos la respuesta – no obstante cualquier pretensión que
intentase filtrarse - desgastan los valores fundamentales en el hombre: abusos,
intereses, libertinajes avasallan el amor y la honestidad, y en todo ello se pone
en juego el autentico valor del hombre.
Es verdad que Cristo se puso del lado de la
mujer adúltera…«quien se halle sin pecado, que tire la primera piedra…» pero
también es cierto que después le dijo: « ve y de ahora en adelante no peques
mas» (Jn 8,11).
Haciendo así quiso salvar al ser humano de la
vergüenza y del desprecio, para reclamarle luego el respeto de su propio valor
y de la propia dignidad.
Situemos ahora la elocuencia de estas
palabras en nuestra época, y recordemos que todo aquello que no responde al
sexto mandamiento es amenaza latente para la dignidad del hombre.
Se equivocan quienes aseguran: «a quien ama todo le
es permitido», no es verdad: el verdadero amor – al obrar bajo su influencia
positiva – no permite que se lo separe del profundo sentido de responsabilidad
por todo aquello que comporta. Y es siempre responsabilidad con respecto al
cónyuge. Y por consiguiente de los derechos de los hijos en depositar su
confianza en los padres, y en la reciproca fidelidad matrimonial que ellos se deben.
Los padres, y con ellos todos los adultos,
deben merecer esta confianza, sin la cual llegan a destruirse lazos tan
sagrados: la confianza se convierte en desconfianza, la seguridad en amenaza
latente, creando a menudo una atmósfera de cinismo.
Pero estas son solo algunas, si bien no
menos dolorosas consecuencias que conllevan ignorar el sexto mandamiento. Las
palabras de Jesús a la mujer adultera «ve y de ahora en adelante no peques mas»
(Jn 8,11) y a la samaritana «aquel que tienes ahora no es tu marido…..porque
has tenido cinco»" (Jn 4,17-18), tienen profundo sentido también hoy que
tenemos tantos divorcios.
Cambiar con facilidad de mujer o marido es síntoma
de disolución social, y no estamos pagando con ello la inobservancia del sexto
mandamiento? Esta relajación se anida con facilidad en los corazones de los
jóvenes; la falta de respeto por la pureza matrimonial a menudo no tarda en
conducirlos a epílogos trágicos. Ahora los jóvenes menores, entran en “su”
vida, destruyendo aquella que han traído del regazo materno. No vemos, en tales
resultados, la supresión de la voz del Amor eterno, con la cual Dios ha
ordenado «no cometerás adulterio»? « Por sus frutos los conoceréis»
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