Dignidad
matrimonial: una vocación
Mensaje
cuaresmal del Cardenal Karol Wojtyla en Cracovia, 1978 (3ra y ultima parte)
Nuestro tiempo, marcado por el signo de la duda respecto a valores
fundamentales, necesita que todos nos dediquemos a buscar toda vía posible que
apunte a custodiar la fidelidad, el amor y la integridad conyugal. «Lo que Dios
ha unido que no lo separe el hombre» (Mc 10,9): el hombre es capaz de observar
el sexto mandamiento, solo debe colaborar con la gracia de Dios que nunca le es
negada a aquel que la busca sinceramente.
La colaboración
requiere ante todo oración personal, y acto seguido de la vigilancia sobre uno
mismo, la lucha contra las tentaciones, del aprendizaje, en fin de la verdad
acerca del cuerpo y del sexo, tal como es anunciada por el Evangelio y recogida
por nosotros de la tradición moral y cultural. Pero el hombre vive en medio de
otros; entonces para crear un clima de pureza es necesario el compromiso de
todos, para que ante todo la juventud no tenga dudas sobre los valores de
pureza y fidelidad conyugal y encuentre un terreno propicio para comprometerse
totalmente al servicio del amor y de la vida en un matrimonio indisoluble
dándole sentido cabal a su vida.
Ante aquello que en el
ambiente de hoy impide tal compromiso es necesaria una minuciosa preparación al
sacramento, recordando que éste se halla ante el umbral, no solo de una pareja,
sino de toda la comunidad humana; de la Nación, de la Iglesia.
Si durante esta
preparación que – que será siempre iniciación catequística – dejamos hablar a
Dios y al conocimiento humano, los novios aprenderán a distinguir el amor, la
fidelidad y la honestidad conyugal de sus opositores.
Acompañemos esas palabras
con la oración ferviente, para que la gracia les ayude a perseverar en ese bien
que Dios mismo nos ha confiado con el mandamiento y con el sacramento.
Durante la Cuaresma
nos acercamos a Dios dispuestos a escuchar sus enseñanzas. Entre ellas aparece
el mandamiento «no cometerás adulterio». Busquemos de nuevo la verdad y la
fuerza del vínculo. Démosle derecho de plena ciudadanía a
a nuestra conciencia,
en nuestra vida personal y en la pública. Seámosle fieles
Es cierto que el
mandamiento le presenta al hombre muchas exigencias, pero tan bien es cierto
que le ayuda a actuar bien y toda acción correcta lleva consigo exigencias. Que
la Cuaresma sea para todos nosotros el periodo por excelencia durante el cual a
través de la escucha de la Palabra la oración y la memoria de la pasión de
nuestro Redentor, nos sea posible reencontrar nuestras almas de acuerdo con las
palabras de Cristo «el que pierda su vida por mí, la encontrará» Mt, 10,39.
Oren los unos por los otros, y «llevad los unos las cargas de los otros» (Gal
6,2) para que a todos les sea concedido gozar en la alegría de la resurrección
del Señor.
Muchas
gracias a Carmela, que me hizo llegar el texto.
(Cuando
habia terminado de traducir, encontre que este mensaje esta incluido en El
don del Amor: escritos sobre la Familia, que forma parte de la trilogia
publicada por Ediciones Palabra
-los otros dos titulos son: Mi vision del hombre: hacia una nueva etica
y El hombre y su destino: ensayos de antropología)
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