martes, 22 de mayo de 2018
El Magnificat de Maria : humildad y don
La
profunda fe de la Virgen en las palabras de Dios se refleja con nitidez en el
cántico del Magníficat: “Proclama mi
alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque
ha mirada la humillación de su esclava” (Lc l,46-48).
Con este
canto Maria muestra lo que constituyo el fundamento de su santidad: su profunda
humildad. Podríamos preguntarnos en que consistía esa humildad. A este
respecto, es muy significativa la “turbación” que le causó el saludo del ángel:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc l,28). Ante el misterio
de la gracia, ante la experiencia de una presencia particular de Dios que fijo
su mirada en ella, Maria experimenta un impulso natural de humildad
(literalmente de “humillación”). Es la reacción de la persona que tiene plena
conciencia de su pequeñez ante la grandeza de Dios. Maria se contempla en la
verdad a sí misma, a los demás y al mundo.
Su
pregunta: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc l,34)( fue ya un signo
de humildad. Acababa de oír que
concebiría y daría a luz un niño, el cual reinaría sobre el trono de David como
Hijo del altísimo. Desde luego, no comprendió plenamente el misterio de esa
disposición divina, pero percibió que significaba un cambio total en la
realidad de su vida. Sin embargo, no
pregunto: “¿Sera realmente así? ¿Debe suceder esto?” Dijo simplemente: “¿Cómo será eso?. Sin dudas ni reservas
aceptó la intervención divina que cambiaba su existencia. Su pregunta expresaba la humildad de la fe,
la disponibilidad da poner su vida al servicio del misterio divino, aunque no
comprendiera como debía suceder. Esa humildad
de espíritu, esa sumisión plena en la fe se expresó de modo especial en su fiat:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc l,38).
Gracias a la humildad de Maria pudo cumplirse lo que cantaría después en el Magnificat: “Desde ahora me felicitaran
todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: su nombre
es santo (Lc 1,48-49).
A la profundidad
de la humildad corresponde la grandeza del don. El Poderoso realizó por ella
“grandes obras” )Lc l,49) y ella supo aceptarlas con gratitud y transmitirlas a
todas las generaciones de los creyentes. Este es el camino hacia el cielo que
siguió Maria, Madre del Salvador, precediendo en él a todos los santos y beatos
de la Iglesia.
(JuanPablo II Homilía Solemnidad de todos los Santos 1 de noviembre 2000)
Etiquetas:
Magnificat,
Marianas
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