En
una entrevista concedida el Grupo ACI, el P. José Granados, vicepresidente del
Pontificio Instituto Juan Pablo II expresó su preocupación por las
consecuencias que tendrán en el futuro de esta institución los estatutos recién
establecidos, la reducción de la enseñanza de la teología moral y el retiro de
profesores de reconocida calidad académica y fidelidad a la doctrina católica
como son Mons. Livio Melina y el P. José Noriega.
A
continuación la entrevista completa (1ra parte) concedida por el P. José Granados: (de Aciprensa)
El
Papa Francisco ya había anunciado a través del Motu Proprio Summa Familiae
Cura de Setiembre del 2017 que el Instituto debía refundarse y ampliar su
horizonte académico ¿Por qué la sorpresa ante los actuales cambios?
Desde
la aprobación del motu propio hemos estado trabajando por una renovación en la
continuidad, como indicaba el Santo Padre Francisco. El deseo del Papa ha sido
acoger el Instituto, ampliarlo, promoverlo, como nos dijo desde el principio
Mons. Sequeri. Pero en el último momento ha aparecido algo que no tenía que ver
con el trabajo común realizado, por sorpresa y en pleno verano, con el singular
dolor añadido de que algunos colegas, de una gran importancia en la historia
del Instituto, eran despedidos sin justificación. Nos ha dejado estupefactos.
Esto
se ha unido a la sorpresa por los estatutos. A quien compara los estatutos
antiguos y los nuevos se le hacen claras al menos dos cosas: la primera,
disminuye la presencia del consejo de profesores (los profesores estables
tienen ahora solo dos representantes, mientras antes participaban todos, desde
sus diferentes cátedras). Esto se aplica a toda la vida académica del
Instituto: disminuye la aportación colegial de los profesores estables para
aprobar las tesis doctorales o el plan de estudios.
La
segunda: el nombramiento de nuevos profesores, decisivo para una comunidad
académica, queda ahora bajo el influjo directo del Gran Canciller. Si se
examina con cuidado el procedimiento se verá que es casi imposible que el
claustro de profesores pueda oponerse a un candidato que el Gran Canciller
promueva. Antes se requería que el consejo, donde estaban todos los profesores
estables, diese su consenso al candidato, lo que se hacía después de un examen
de las publicaciones del candidato por tres profesores externos al Instituto.
El Gran Canciller se limitaba a aprobar la persona que le presentase el
presidente tras obtener el consenso del consejo.
Sobre
todo suscita asombro la pérdida de colegialidad, porque en un instituto
interdisciplinar, que se caracteriza por estudiar el mismo objeto (matrimonio y
familia) desde los distintos puntos de vista de cada materia, se necesita la aportación
de todos los profesores en las diferentes cátedras, sea para examinar el plan
de estudios, sea para aprobar las tesis doctorales, sea para la elección de los
nuevos miembros del claustro. Y esto debería estar reconocido como un derecho
en los mismos estatutos, por ser un punto vital de la institución.
Además,
en los nuevos estatutos hay un cambio decisivo: la reducción drástica de la
teología moral. En el comunicado oficial del Instituto emitido el 29 de Julio
se dice que la teología moral encuentra una colocación nueva y se señala que
hay dos cátedras de moral, la moral del amor y del matrimonio, por un lado, y
la ética de la vida, por otro. Lo que no se dice es que, según los antiguos
estatutos, había ya dos cátedras que cubrían estas materias (una cátedra de
moral especial, para sexualidad y matrimonio, y una de bioética). Tampoco se
dice que en el plan de estudios la moral del matrimonio (equivalente a la moral
especial) tiene ahora solo 3 créditos, la mitad que la mayoría de las demás
cátedras. La moral, por tanto, se ha reducido a la mitad y no solo eso: se han
echado a los profesores que la enseñaban: Melina, Noriega y, para la bioética,
Maria Luisa di Pietro.
Especialmente
preocupante es la supresión de la cátedra de moral fundamental, la que ocupaba
Mons. Melina. Es una cátedra activa desde hace 38 años, en la que enseñó el
Cardenal Caffarra, y podríamos decir que es esencial para la labor del
Instituto, si tenemos en cuenta que Wojtyla era moralista y que se la confió al
primer presidente del Instituto.
Se
trata de una cátedra decisiva. Si no se conocen los fundamentos de la moral, si
estos no se colocan bien, la moral matrimonial queda en el aire. Según uno se
sitúe ante Veritatis Splendor, así se situará ante las cuestiones de
moral especial, como la moralidad de la contracepción o de los actos sexuales
fuera del matrimonio. Así se situará también ante la grandeza de la vocación a
la que Dios llama el hombre y ante la dignidad de la misericordia con que lo
regenera en Cristo para que pueda obrar el bien y alcanzar una vida grande y
bella. Piénsese que el entonces Cardenal Ratzinger alabó el papel clave del
Instituto en el desarrollo de esta disciplina de moral fundamental. Hasta tal
punto, que en los estatutos aprobados en 2011 se menciona la moral fundamental
entre los fines primordiales del Instituto, algo que ahora se elimina. En
efecto, en el artículo 2 de los estatutos de 2011, donde se habla de los fines
del Instituto se incluye: “Investigación teológica en el ámbito de los fundamentos
de la vida moral cristiana”.
¿Por
qué se elimina la cátedra? La razón que da el comunicado de prensa del
Instituto es inconsistente. Se dice que es una asignatura de primer ciclo de
teología, que los estudiantes tienen que tener ya sabida. Ahora bien, entre las
cátedras hay al menos otras dos (antropología teológica, teología fundamental)
que están en el mismo caso, y que no parecen crear problemas. Además, es sabido
que una cátedra de carácter general, cuando se da al nivel superior de la
licencia, no se limita a repetir lo aprendido en el ciclo institucional. Se
trata de profundizar en distintos aspectos, como podrá ver quien eche una
ojeada a los cursos ofrecidos por Melina en los últimos años. Melina ha
profundizado en aspectos concretos de la moral fundamental para iluminar desde
allí la moral conyugal y familiar. ¿Y por qué este argumento no ha sido
objeción en los 38 años de vida de la cátedra? La razón que se da solo puede
explicarse, pues, como una cortina de humo. ¿La razón verdadera y triste? ¿No
será que Melina, como titular de la cátedra, ha permanecido fiel a Humanae
Vitae y a Veritatis Splendor, y se elimina la cátedra para poder
eliminar a Melina?
Y
hay otra pregunta: ¿Qué sucederá con el Área de investigación en teología moral
fundamental, una vez que falta la cátedra? Es un área instituida por el
Cardenal Scola, fue presidida primero por Melina y luego por el profesor Pérez
Soba, y ha organizado ya casi veinte coloquios internacionales, con numerosas
publicaciones de prestigio, invitando entre otros teólogos a Ratzinger, además
de a los moralistas más famosos de los últimos años y de muy variadas
tendencias teológicas.
¿En
qué medida fue consultado el cuerpo docente del Instituto en el desarrollo de
los estatutos, los nuevos profesores y la nueva currícula?
Por desgracia los estatutos no se pueden
considerar fruto de un trabajo común con el resto de los consejos del
Instituto. Me siento obligado a decirlo, porque se han dado otras
informaciones: como vicepresidente de la sede de Roma durante este tiempo de
transición, quiero negar cualquier responsabilidad con respecto a los nuevos
estatutos, que conocí el mismo día de su publicación. Veo, no solo en los
estatutos, sino sobre todo en los cambios de profesorado (y especialmente en
los despidos) un peligro para mantener la herencia de san Juan Pablo II.
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