En
una entrevista concedida el Grupo ACI, el P. José Granados, vicepresidente del
Pontificio Instituto Juan Pablo II expresó su preocupación por las
consecuencias que tendrán en el futuro de esta institución los estatutos recién
establecidos, la reducción de la enseñanza de la teología moral y el retiro de
profesores de reconocida calidad académica y fidelidad a la doctrina católica
como son Mons. Livio Melina y el P. José Noriega.
A
continuación la entrevista completa (2da parte) concedida por el P. José Granados: (de Aciprensa)
Se
ha prestado mucha atención al despido de los profesores Melina y Noriega, pero
el comunicado oficial del instituto afirma que la decisión de no contratarlos
en meramente procesal ¿Que opina al respecto?
Con
respecto a la razón que se ha dado a Melina (es decir, que no hay sitio para
él, pues se ha eliminado su cátedra) ya he mencionado la gravedad de suprimir
esa cátedra, tras 38 años de existencia. ¿Por qué se quita la moral fundamental
diciendo que es de primer ciclo, y no se quita la antropología teológica,
también de primer ciclo? ¿Y por qué se añade una cátedra de teología
fundamental de la fe, también de primer ciclo? Hasta que no se responda a estas
preguntas (pero son preguntas que no tienen respuesta), solo queda una
explicación. No es que Melina no esté, porque no hay cátedra; sino que no hay
cátedra para que Melina no esté. Se ha eliminado la moral fundamental para
liberarse de un profesor de fama reconocida, sin juicio ni derecho a defensa.
Con
respecto a Noriega, se da como razón una incompatibilidad entre el cargo de
profesor y su cargo de Superior General de la congregación religiosa de los
discípulos de los Corazones de Jesús y María. Ahora bien el CIC 152 prohíbe
solo que se asuman dos cargos incompatibles, y lo mismo recoge Veritatis
Gaudium 29. ¿Son incompatibles en este caso, cuando la comunidad religiosa
del P. Noriega cuenta solo con 24 miembros de pleno derecho? La respuesta
requiere un juicio prudencial. Y las dos personas a las que correspondía
hacerlo, es decir, los dos Presidentes anteriores del Instituto, Melina y
Sequeri, no han juzgado incompatibles los dos cargos, pues han permitido al
profesor Noriega enseñar durante 12 años, siendo pública y notoria su condición
de superior. Además, el hecho de que no eran incompatibles se muestra
claramente porque ambos presidentes han confiado a Noriega un encargo más, el
de director editorial, que se sumaba a sus funciones de profesor. Es decir, no
solo ha podido desempeñar su cargo de docente, sino que lo ha hecho asumiendo
un trabajo añadido. Por último, el profesor Noriega termina su cargo como
superior general dentro de cinco meses, algo que Mons. Paglia y Mons. Sequeri
ya conocen. Si el problema es la incompatibilidad, y se aprecia su labor, ¿por
qué no le conceden ahora algo previsto en el reglamento de la curia, una
excedencia por seis meses, y así se elimina el problema? Si no se hace así,
¿qué otra explicación queda, sino que se trata de una excusa para poder liberar
la cátedra de moral del amor y del matrimonio y desembarazarse del encargado de
publicaciones. ¿Es acaso por la línea favorable a Humanae Vitae y a Veritatis
Splendor que ha seguido?
Los
dos casos son gravísimos en una institución académica. ¿Acaso había problemas
doctrinales en la enseñanza de estos profesores? Como podrán testimoniar los
estudiantes y mostraría un análisis de sus escritos, han sido siempre
exquisitos en su respeto al Magisterio, incluido por supuesto el del Papa
Francisco. Explicar el magisterio del Papa en continuidad con los Papas
anteriores no es solo algo esencial a toda hermenéutica católica, sino algo que
promueve el mismo Papa. Y en todo caso, si uno pensara, a pesar de todo, que
había en sus enseñanzas problemas doctrinales, ¿por qué no se les juzga y se
les da posibilidad de defenderse?
La
cuestión, decía, es grave. Pues si este atropello se permite, queda amenazada
la libertad de cátedra de todos los profesores. Aquí se nos toca a todos, pues
se nos podría expulsar, no porque neguemos la doctrina de la fe, lo cual sería
justo, sino por seguir líneas teológicas que no gustan a las autoridades de la
universidad. Desde este punto de vista todos los que tenemos cátedra
universitaria podemos decir: yo soy Melina y Noriega. A todos nos debería
alarmar este ejercicio arbitrario del poder sobre lo propio de la labor
universitaria: la discusión argumentativa en una búsqueda común de la verdad.
¿Y qué se pensará de este modo de proceder en el ámbito universitario europeo?
¿Hay
cambios en el cuerpo docente que le preocupen?
Aparte
de la eliminación de Noriega y Melina, preocupa que se hayan quitado los cursos
a casi todos los profesores polacos (Kupkcak, Kwiatkowski, Grygiel). Enseñaban
cursos como expertos en K.Wojtyla / Juan Pablo II, que trataban precisamente de
sus escritos, su espiritualidad familiar, su filosofía. ¿Qué cursos se
ofrecerán ahora para profundizar en la herencia de san Juan Pablo II? Y,
además, al no pedir a la profesora Maria Luisa di Pietro sus varios cursos,
desaparece la principal representante de la aportación del cardenal Sgreccia,
el cual fue profesor en el Instituto, muy apreciado por Juan Pablo II, y gran
pionero de la bioética. Por último, si consulta el plan de estudios, verá que
también la Antropología filosófica del amor humano, tan importante para
Wojtyla, aunque existe bajo una cátedra (la que correspondería al profesor
Kampowski), ostenta solo la mitad de créditos que las asignaturas de las otras
cátedras.
Circulan
luego rumores de que vendrá a enseñar el profesor Maurizio Chiodi, quien se
abre a la licitud de la contracepción y acepta como “bien posible” en algunas
situaciones los actos homosexuales. Si se promoviera a nuevos profesores
estables en la misma línea (sin seguir los procedimientos normales, alegando
una “urgencia” para la que no se dan motivos”) se crearía una tensión grande
dentro del Instituto. Con los poderes que ahora tiene el Gran canciller, y las
intenciones que revela al prescindir de Melina y Noriega, será cuestión de
tiempo el reemplazo del cuerpo docente con otro ajeno a la visión de san Juan
Pablo II. Pues para el gran Papa polaco en el centro estaba siempre la
fidelidad de la Iglesia a la carne de Cristo, que asume en sí el proyecto del
Creador, y de este modo puede curar y sanar las heridas y fragilidades del
hombre.
Mons.
Sequeri ha sugerido en una entrevista con Vatican News que las preocupaciones
sobre el método utilizado para aplicar los cambios en el Instituto
fundamentalmente provienen de fuera del instituto ¿Es correcto esto? ¿Cuál es
el sentir de los profesores, alumnos y exalumnos sobre los cambios actuales?
Sobre
el sentir de los estudiantes, es conocida la carta que han publicado. Están
dolidos sobre todo por los dos profesores a los que no se les renueva la
cátedra. Eran estimados como grandes pedagogos, siempre disponibles y de gran
visión. Especialmente Mons. Melina, en sus años de presidente, ha creado en el
Instituto un ambiente de familia, de búsqueda de la verdad en la comunión, que
ha abierto horizontes a los estudiantes y ha comunicado pasión por llevar el
Evangelio a las familias, incluyendo a aquellas con más dificultades.
Los
alumnos han detectado los problemas serios de los que le he hablado. Con su
acción común, respetuosa y valiente, nuestros estudiantes dan testimonio de su
aprecio por el Instituto, porque han encontrado una comunión de profesores y
alumnos donde se planteaban las grandes preguntas y se podía buscar la verdad
del amor. Así, se les han abierto horizontes de grandeza y una vía fecunda en
su ministerio pastoral con las familias. La carta se explica por sí sola e
incluye las razones de su miedo a que no se conserve la identidad que san Juan
Pablo II quiso dar al Instituto por él fundado y encomendado a la protección de
la Virgen de Fátima.
Los
profesores están también muy dolidos por la expulsión de nuestros colegas. Al
profesor Grygiel le han dicho que continuará en la cátedra Wojtyla, pero a la
vez le han privado de sus clases, es decir, de su presencia continua en el
Instituto y en el consejo de profesores. Lo mismo sucede con la profesora
Monika Grygiel, muy apreciada por los estudiantes, que estaba promoviendo
iniciativas para formar a los sacerdotes en la ayuda psicológica a las
familias, especialmente con dificultades. Y otras personas de gran valor y muy
queridas por el cuerpo docente tampoco enseñarán el año próximo, cuando ya
tenían los cursos preparados y el tiempo reservado desde que se les invitó en
marzo a ofrecer cursos.
En
una carta a Mons. Sequeri y al Arzobispo Vincenzo Paglia, un grupo de alumnos
sostiene que los actuales cambios representan una peligrosa concesión a las
tendencias predominantes en el mundo académico secular ¿Ud. cree que la
identidad eclesial del Instituto, como lo había concebido originalmente San
Juan Pablo II, está en riesgo?
Por
los motivos que le he dicho, me parece que sí. Me parece que la identidad del
Instituto está gravemente amenazada, por eso es necesario presentar, con
respeto pero con claridad, las dificultades objetivas de este cambio y avisar
del peligro para la misión originaria del Instituto, que el Papa Francisco ha
dicho claramente que quiere preservar, no solo como algo del pasado, sino
precisamente porque en ella hay una fuente de novedad y de camino para la
Iglesia y su acompañamiento a las familias.
¿Es
todavía posible una expansión del Instituto de una manera más constructiva y
colaborativa? ¿Qué pasos tendrían que darse, en su opinión, para renovar el
instituto según el deseo del Papa Francisco, pero considerando las inquietudes
presentadas?
Durante
tres años hemos trabajado en esa línea con Mons. Sequeri. Él podrá testimoniar
que ha sido una relación cordial y fructuosa. Hemos encontrado lugar para
novedades que respetaban la misión del Instituto, para una fecundidad nueva que
recogía la herencia de nuestro fundador y la rica tradición católica. Numerosas
veces Mons. Sequeri me ha asegurado que no teníamos que temer ante los rumores
de despidos. Y que se respetaría la labor colegial de los profesores.
Inexplicablemente,
al final, por sorpresa, ha sucedido lo contrario, con gran daño para el
Instituto y para profesores y alumnos. ¿Es posible volver a ese camino
constructivo? Mons. Paglia y Mons. Sequeri saben que los profesores y alumnos
están dispuestos, como lo han mostrado ya. Pero es preciso desandar los pasos
equivocados. La primera dificultad que hay que remover consiste en asumir de
nuevo a los profesores que han sido despedidos. Nada sólido se construye sobre
el despido injusto de colegas apreciados en toda la comunidad académica, no
solo del Instituto, sino todo el mundo universitario católico.
¿Cuál
ha sido la importancia del Instituto para la vida de la Iglesia y qué está en
riesgo si esta identidad se pierde?
Juan
Pablo II tuvo una gran intuición que venía de su experiencia de vida. “De joven
sacerdote”, escribió, “aprendí a amar el amor humano”. Fue su trabajo con
jóvenes matrimonios el que le permitió descubrir que la familia es el camino de
la Iglesia. Pues allí se cultivan las experiencias básicas que Cristo asumió,
redimió, plenificó.
Para
recuperar estas experiencias originarias, cuya pérdida es la gran miseria del
hombre de hoy, Juan Pablo II entendió que era necesario iluminar la verdad del
amor. Fundó el Instituto como comunidad académica que pudiese investigar esta
verdad del amor, a partir del plan de Dios para el matrimonio y la familia.
Pues la luz para nuestra noche no viene primeramente de un análisis de los
problemas del hombre, sino de algo más originario: el don que Dios ha dado al
hombre y a la Iglesia en cada matrimonio y en cada familia. Aquí está incluida
la intuición de la misericordia, que tanto ha promovido el Papa Francisco: la
primera misericordia de Dios con el hombre ha sido la de darle una familia y la
de salvar la familia, pues a partir de ahí es posible reconstruir todo el
sujeto humano y devolverle la capacidad de obrar. Precisamente en este punto se
sitúa también la importancia de la moral, que el Instituto ha cultivado desde
la luz del amor, como camino para cumplir nuestra vocación a amar, y como
capacidad de alcanzar una vida bella y plena. Como en este camino del amor es
esencial recuperar el lenguaje del cuerpo, Juan Pablo II confió al Instituto
sus Catequesis sobre el amor humano, donde esbozó una teología del
cuerpo que se ha seguido desarrollando en estos años con gran fecundidad. Allí
nos llama a releer en verdad el lenguaje del cuerpo, un lenguaje inscrito en
nosotros por el Creador, y que se basa sobre la diferencia sexual de hombre y
mujer abierta a la vida. A partir de esta visión unitaria antropológica, se ha
ido cultivando y enriqueciendo un cuerpo docente, expandido por todos los
continentes en diferentes secciones, donde el estudio de cada disciplina
enriquece a las otras, evitando esa fragmentación tan propia del trabajo
universitario hoy. El corte brusco que observamos estos días, difuminando la
memoria de esta tradición viva, que se conserva especialmente en las personas,
pone en peligro esta rica herencia.
La
labor del Instituto y su fruto ha sido enorme, y puede verse en el número de
estudiantes formados (sacerdotes, laicos, familias) que trabajan en la
enseñanza y en la pastoral familiar; de congresos al que han sido invitados
tantos expertos de categoría en las distintas disciplinas; de publicaciones
luminosas para los operadores de pastoral; de iniciativas pastorales concretas
para ayudar a las familias, trayendo, como el Buen Samaritano, óleo para sus
heridas y el vino de la alegría de su vocación al amor.
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