Hablando en un retiro para sacerdotes en la
Universidad Católica de Lublin el entonces aún sacerdote Karol Wojtyla
(consagrado obispo recién en 1958 a la edad de 38 años) hablándoles de
la maternidad de Maria y de la actitud de los sacerdotes hacia ella, les recordaba, citando también como ejemplo al
beato Jan:
El sacerdote debe poseer
una profunda convicción de la gracia de la Maternidad de Maria, pues se trata
de una relación precisa y profunda con su vocación. El sacerdote es el
administrador de los misterios de Dios, un administrador de gracia. El conoce
los problemas de los hombres desde adentro, desde la perspectiva de aquellas
acciones que están acompañadas por la eficacia de la gracia, o desde aquel
ángulo en el cual el hombre no quiere colaborar con la gracia, o bien cuando
sobrecargado por bienes menores se vuelve gradualmente insensible a ella. De
esta manera conociendo los problemas de los hombres desde adentro, el sacerdote
puede no solo examinarlos, sino tomar partida. Porque el es, sin lugar a dudas,
un administrador de gracia, Cristo, al igual que los hombres, espera que el
sacerdote actué en el hombre, para acompañar aquellas acciones que se originan
en la gracia, para evitar el colapso, y protegerlo contra la insensibilidad
espiritual. Esta es la esencia real de su ministerio. Este ministerio permite
al sacerdote vivir el soplo de los misterios de Cristo, le permite vivir en el
reino de su Cuerpo Místico.
Este ministerio imprime
una marca profunda en el alma del sacerdote. Es, sobre todo, la marca de
Cristo, pero si la miramos con mayor atención, nos daremos cuenta que también
posee cualidades marianas en común. No les escribió acaso San Pablo a sus
hermanos “ Hijos mios, por quienes estoy sufriendo los dolores del parto”?
Esta declaración es como
un estallido de la conciencia misma del sacerdote. Y podríamos continuar
citando ulteriores manifestaciones de este sufrimiento materno de dar a luz
viajando a Ars, o a la choza del Padre Beyzin en Madagascar, o a la morada del
Obispo Lozinski en Polesia y quizás a muchos otros cuartos de vivienda y muchas
otras vidas de sacerdotes. Y quizás también a mi casa y a mi vida.. Así el
sacerdocio nos permite participar en la maternidad de la gracia, y de alguna
manera en la Maternidad de Maria, la Madre de la gracia de Dios. Y aquí, en
este lugar, la conciencia de la relación del sacerdote con Maria atraviesa el
eje de la vida sacerdotal. El sacerdote está unido a la Madre de Dios porque
está unido a Su Maternidad. Esta unido a Su Maternidad por medio de la esencia
misma de su vocación..
(parte del texto de dos
conferencias en un retiro para sacerdotes realizado en la Universidad Catòlica
de Lublin – agosto 24-26, 1954) sobre el tema : La Madre de Dios en la vida del
Sacerdote)
(Fuente: Adam Boniecki: The Making of the Pope of the
Millenium – Kalendarium of the Life of Karol Wojtyla, Marian Press, 2000)
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