(imagen de Wikipedia. Crucifijo en Santa Maria Novella, Florencia)
El 7 de enero de 1987 Juan Pablo II iniciaba un
ciclo de catequesis sobre Jesucristo
"Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?" (Mt
16, 15).
“Al iniciar el ciclo de catequesis sobre Jesucristo,
catequesis de fundamental importancia para la fe y la vida cristiana, nos
sentimos interpelados por la misma pregunta que hace casi dos mil años el
Maestro dirigió a Pedro y a los discípulos que estaban con El….. En ese momento
decisivo de su vida, como narra en su Evangelio Mateo, que fue testigo de ello,
"viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus
discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos
contestaron: unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías
u otro de los Profetas. Y El les dijo: y vosotros, ¿quién decís que soy?"
(Mt 16, 13-15).
Conocemos la respuesta escueta e impetuosa de
Pedro: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16).
Para que nosotros podamos darla, no sólo en términos abstractos, sino como una
expresión vital, fruto del don del Padre (Mt 16, 17), cada uno debe
dejarse tocar personalmente por la pregunta: "Y tú, ¿quién dices que soy?
Tú, que oyes hablar de Mí, responde: ¿Qué soy yo de verdad para ti?. A Pedro la
iluminación divina y la respuesta de la fe le llegaron después de un largo
período de estar cerca de Jesús, de escuchar su palabra y de observar su vida y
su ministerio (cf. Mt 16, 21-24).
También nosotros, para llegar a una confesión
más consciente de Jesucristo, hemos de recorrer como Pedro un camino de escucha
atenta, diligente. Hemos de ir a la escuela de los primeros discípulos, que son
sus testigos y nuestros maestros, y al mismo tiempo hemos de recibir la
experiencia y el testimonio nada menos que de veinte siglos de historia
surcados por la pregunta del Maestro y enriquecidos por el inmenso coro de las
respuestas de fieles de todos los tiempos y lugares…. “
EL Papa recordaba que al principio de su
pontificado había lanzado una “invitación a los hombres de hoy para "abrir
de par en par las puertas a Cristo" (L'Osservatore Romano, Edición
en Lengua Española, 29 octubre, 1978. pág. 4) y en la Exhortación Catechesi tradendae, afirmaba que "el objeto esencial y
primordial de la catequesis es (...) el "misterio de Cristo".
Catequizar es, en cierto modo llevar a uno a escrutar ese misterio en toda su
dimensión...; descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios, que
se realiza en Él... Sólo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu
y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad" (Catechesi tradendae, n.
5: L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 11 de noviembre,
1979. pág.
Y anticipaba a su vez que este itinerario catequístico
estaría ordenado en torno a cuatro puntos:
Jesús en su realidad histórica y en su
condición mesiánica trascendente, hijo de Abraham, hijo del hombre, e hijo de
Dios;
2) Jesús, Hijo de Dios y Salvador. Jesús
en su identidad de verdadero Dios y verdadero hombre, en profunda comunión con
el Padre y animado por la fuerza del Espíritu Santo, tal y como se nos presenta
en el Evangelio;
3) Jesús, concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de MaríaVirgen. Jesús
a los ojos de la Iglesia que con la asistencia del Espíritu Santo ha
esclarecido y profundizado los datos revelados, dándonos formulaciones precisas
de la fe cristológica, especialmente en los Concilios Ecuménicos;
4) Jesús, hijo de Israel, pueblo elegido de la Antigua Alianza. finalmente, Jesús en su
vida y en sus obras, Jesús en su pasión redentora y en su glorificación, Jesús
en medio de nosotros y dentro de nosotros, en la historia y en su Iglesia hasta
el fin del mundo (cf. Mt 28, 20).
Aclaraba a su vez que “hay muchos modos de
catequizar al Pueblo de Dios sobre Jesucristo. Cada uno de ellos, sin embargo,
para ser auténtico ha de tomar su contenido de la fuente perenne de la Sagrada
Tradición y de la Sagrada Escritura, interpretada a la luz de las enseñanzas de
los Padres y Doctores de la Iglesia, de la liturgia, de la fe y piedad popular,
en una palabra, de la Tradición viva y operante en la Iglesia bajo a acción del
Espíritu Santo, que —según la promesa del Maestro— "os guiará hacia la
verdad completa, porque no hablará de Sí mismo, sino que hablará lo que oyere y
os comunicará las cosas venideras" (Jn 16, 13). Esta Tradición la
encontramos expresada y sintetizada especialmente en la doctrina de los
Sacrosantos Concilios, recogida en los Símbolos de la Fe y profundizada
mediante la reflexión teológica fiel a la Revelación y al Magisterio de la
Iglesia.
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Y en el
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