Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

domingo, 14 de marzo de 2010

Los tres momentos del hijo pródigo (3)

La Cuaresma es el tiempo de una espera particularmente amorosa de nuestro Padre en relación con cada uno de nosotros, que, aun cuando sea el más pródigo de los hijos, se haga, sin embargo, consciente de la dilapidación perpetrada, llame por su hombre al propio pecado, y finalmente se dirija hacía Dios con plena sinceridad.
Este hombre debe llegar a la casa del Padre. El camino que allí conduce, pasa a través del examen de conciencia, el arrepentimiento y el propósito de la enmienda. Como en la parábola del hijo pródigo, éstas son las etapas al mismo tiempo lógicas y sicológicas de la conversión. Cuando el hombre supere en sí mismo, en lo íntimo de su humanidad todas estas etapas; nacerá en él la necesidad de la confesión. Esta necesidad quizá lucha en lo vivo del alma con la vergüenza, pero cuando la conversión es verdadera y auténtica, la necesidad vence a la vergüenza: la necesidad de la confesión, de la liberación de lo pecados es más fuerte. Los confesamos a Dios mismo, aunque en el confesonario los escucha el hombre-sacerdote. Este hombre es el humilde y fiel servidor de ese gran misterio que se ha realizad, entre el hijo que retorna y el Padre.
En el período de Cuaresma esperan los confesonarios; esperan los confesores; espera el Padre. Podríamos decir que se trata de un período de particular solicitud de Dios para perdonar y absolver los pecados: el tiempo de la reconciliación:
Nuestra reconciliación con Dios, el retorno a la casa del Padre, se realiza mediante Cristo. Su pasión y muerte en la cruz se colocan entre cada una de las conciencias humanas, cada uno de los pecados humanos, y el infinito amor del Padre. Este amor, pronto aliviar y perdonar, no es otra cosa que la misericordia. Cada uno de nosotros en la conversión personal, en el arrepentimiento, en el firme propósito de la enmienda, finalmente en la confesión, acepta realizar una personal fatiga espiritual, que es prolongación y reverbero lejano de esa fatiga salvífica, que emprendió nuestro Redentor. He aquí cómo se expresa el Apóstol de la reconciliación con Dios: "A quien no conoció el pecado, le hizo pecado por nosotros para que en El fuéramos justicia de Dios" (2 Cor 5, 21). Por lo tanto emprendamos nuestro esfuerzo de conversión y de penitencia por El, con El y en El. Si no lo emprendemos, no somos dignos del nombre de Cristo, no somos dignos de la herencia de la redención.
"El que es de Cristo se ha hecho criatura nueva, y lo viejo pasó, se ha hecho nuevo. Mas todo esto viene de Dios, que por Cristo nos ha reconciliado consigo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación" (2 Cor 5, 17-18).”

2 comentarios:

Biblia dijo...

Veáse el estudio y análisis comparativo en los personajes de la parábola del hijo pródigo en:

http://daniel-albarran.blogspot.com/2010/03/parabola-del-hijo-prodigo.html

Ludmila Hribar dijo...

Hola y muchas gracias por su visita. Un honor para este blog! Gracias de veras. Espero poder conseguir alguno de sus libros por aqui!