“La
encíclica Fides et Ratio del Papa
Juan Pablo II representa un hecho de gran relevancia religiosa y cultural:
vuelve a proponer al homo viator el camino
de la inteligencia filosófica que, en la búsqueda de la verdad, se abre a la revelación
cristiana.
La
filosofía le es de ayuda a la teología por dos motivos que constituyen el
método de investigación teológica: el auditus
fidei y el intellectus fidei.
Mediante el auditus fidei la teología
entra en posesión de los contenidos de la Revelación; mediante el intellectus fidei la teología elabora
una reflexión especulativa sobre la Revelación misma. En cuanto a la preparación
de un correcto auditus fidei, la filosofía
ayuda a la teología sobre todo de dos maneras: considerando la estructura de la
conciencia y del lenguaje; aportando instrumentos para una comprensión
coherente de la Tradición, de los pronunciamientos del Magisterio y de las
reflexiones de los grandes teólogos (Fideset Ratio, n.65)
En
cuanto al intellectus fidei, la filosofía
ayuda a la teología a identificar las estructuras lógicas y conceptuales en las
que se articula la enseñanza de la Iglesia y la misma reflexión del teólogo. El
debate, pues, se diversifica y se explica en base a las ramificaciones del
saber teológico. Sobre todo la filosofía ayuda a la teología dogmática a articular las
reflexiones sobre el Misterio de Dios Uno y Trino y sobre la economía de la salvación,
que culmina en la Encarnación y el Misterio Pascual, tanto de forma narrativa,
como sobre todo de forma argumentativa. Además la teología dogmática presupone
e implica una filosofía del hombre, del mundo y, más radicalmente, del ser,
fundada sobre la verdad objetiva (id. nr. 66).
Por
cuanto se refiere a la teología moral, esta presupone una ética filosófica que
le permita hacerse comprender por todo hombre cuando utiliza los términos como “ley
moral” “conciencia”, “libertad”, “culpa”, “responsabilidad personal” y los profundice
a la luz de la fe. Más fuerte aún es la interacción entre filosofía y teología fundamental:
la filosofía, de hecho, posee también una función “propedéutica” a la fe,
demostrando verdades fundamentales para formular correctamente la cuestión de
la relación entre Dios y el hombre, como por ejemplo la existencia y el
conocimiento de Dios, la inmortalidad del alma, la racionabilidad y la
credibilidad de la Revelación misma. Podría finalmente afirmarse que la filosofía
es capaz de desarrollar una función “apologética” por cuanto puede defender la fe corrigiendo perspectivas
filosóficas erradas incompatibles con la teología cristiana (por ejemplo el
relativismo ético). La Encíclica, por lo tanto, pone en evidencia que la razón filosófica
es verdaderamente correcta en su despliegue cuando sabe reconocer dentro de su
propia búsqueda el límite dado entre la desproporción entre sujeto consciente y
objeto investigado. Además de este conocimiento, la filosofía está llamada a
adoptar y expresar la exigencia de un acto revelador capaz de llenar el vacío
evidenciado por la desproporción entre lo finito y el Infinito: acto que no
puede provenir del hombre mismo, sino del Absoluto trascedente.”
Fuente:
Mario Pangallo Totus
Tuus, N. 3 mayo/junio/julio 2010.
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