La Policía Federal protestó. Argumentaban que no se
podía transportar al Santo Padre en un colectivo sin la más mínima seguridad.
Ordenaron revisarlo y un montón de policías se subieron al coche. ¡Casi me lo
desarman! Tan puntillosa fue la revisión que hasta me desmontaron los fierros
que sostenían la boletera...
Yo no podía más de los nervios. Tras eso, se acercó una persona que me
indicó que por un tema de seguridad nacional debía sí o sí tapar con algo los
destinos pintados en el cartel luminoso. Uno de ellos era "Cuartel
5°" y justo estábamos en guerra con los ingleses... Salí corriendo y
encontré un negocio abierto. Conseguí dos banderas argentinas y las montamos
como pudimos sobre los carteles.
Entretanto, acomodaron un asiento junto al mío, para que la gente pueda
ver mejor a Juan Pablo II y que él tuviera una vista, digamos, privilegiada.
Pero el asiento resultó un tanto incómodo, porque hubo que ponerlo cerca de la
palanca de cambios la cual, otra no quedaba, le quedaría al Papa entre las
piernas.
Yo seguía muy nervioso. En un momento, comenzaron a salir obispos y los
colectivos se llenaron. De repente veo una marea de flashes que, lo juro,
enceguecían: llegaba el Papa.
Saludó a todos y se acercó al coche por su parte delantera, pero caminó
a lo largo del coche y se subió por la puerta de atrás para saludar, uno a uno,
a todos los obispos y cardenales que estaban ya acomodados dentro del coche.
Yo ya estaba acomodado en mi asiento y él vino y se sentó a mi lado. Lo
único que atiné a hacer fue tenderle la mano y el me la tomó, como
tranquilizándome. Apuntamos para salir y lo que vi era sorprendente: había
personas y personas apiñadas una arriba de la otra. ¡No se veía ni la calle!
Salimos primero, con las motos policiales que nos abrían paso. Yo había
recibido la orden de no abrir las puertas pasara lo que pasase. Les indiqué a
los motociclistas que me abrieran paso por delante y por los costados y
comenzamos a avanzar. La gente era una marea humana, gritaba y cantaba... ¡No
se veía nada! Y el Papa bendecía, a ambos lados de la calle.
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