«Recuerdo
que, cuando a fines de octubre de 1981, tuvo su primera celebración en
Plaza San Pedro después del atentado, al final bajó las escalinatas
solo, a pie, para saludar a los enfermos uno por uno, y a la multitud.
Esa noche yo estaba cenando con el Papa, y Don Estanislao refirió que
por la tarde habían llamado tres o cuatro personas alarmadas por los
riesgos que corría al acercarse de aquel modo a la multitud y
recomendaban prudencia. Él reaccionó vigorosamente, diciendo con fuerza
que estaba decidido a continuar su ministerio como antes y hasta el
final, sin adoptar medidas que le impedían el contacto directo con la
gente. Yo intervine con un razonamiento simple “Usted ha sido salvado
por la Virgen. Ahora la Virgen debe conservarlo por muchos años de vida.
Sería extraño que la Virgen hubiese intervenido para salvarle la vida
sólo por un breve tiempo”. El Papa, con tono calmo, respondió: “Pero…
los caminos de Dios a veces son diversos de los nuestros. El futuro está
en las manos de Dios”. Luego, con tono muy decidido, añadió: “No estoy
para nada atemorizado por los peligros que pueda correr. Quiero
continuar en todo y para todo como he hecho hasta ahora”.
Él
estaba convencido de que la Virgen lo había salvado. Cuando la
Gobernación del Vaticano planteó la cuestión de cómo recordar en la
Plaza San Pedro aquel dramático evento allí ocurrido, la respuesta del
Papa fue inmediata: en recuerdo del atentado debía ser colocada una
imagen de la Virgen. Estaba convencido de que el 13 de mayo la Virgen
María había estado presente para guiar la bala de modo que el Papa
pudiese sobrevivir. Así, desde el 8 de diciembre de 1981, quien llega a
la Plaza San Pedro ve dominar, desde lo alto del Palacio Apostólico, un
mosaico de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, y a los pies el título
“Mater Ecclesiae” y el escudo de Juan Pablo II, con el lema “Totus
tuus”»
(De una entrevista al Cardenal Giovanni Battista Re, con ocasión del centenario de San Juan Pablo II)
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