Oración de Juan Pablo II en la Capilla de la Medalla Milagrosa en Rue de Bac, Paris en su visita del 31 de mayo de 1980 (levemente abreviada, pues estaba dirigida al pueblo frances)
Dios te salve, María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Oh
María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos.
Esta
es la oración que tú inspiraste, oh María, a Santa Catalina Labouré en este
mismo lugar hace ciento cincuenta años; y esta invocación, grabada en la
medalla, la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero.
Te
consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del
designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del
Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que
la comunión supere todos los gérmenes de división, que la esperanza cobre nueva
vida en los que están desalentados. Te pedimos en especial por este pueblo …,
por la Iglesia … por sus Pastores, por las almas consagradas, por los padres y
madres de familia, por los niños y los jóvenes, por los hombres y mujeres de la
tercera edad. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o
morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados
por la duda en un clima de incredulidad, y también por los que padecen
persecución a causa de su fe. Te confiamos el apostolado de los laicos, el
ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas. Te pedimos que
el llamamiento a la vocación sacerdotal y religiosa sea ampliamente escuchado y
secundado para gloria de Dios y vitalidad de la Iglesia en este país y en los
países que siguen esperando ayuda mutua misionera.
Te
encomendamos especialmente a la multitud de Hijas de la Caridad, cuya casa
madre está enclavada en este lugar y aquí, siguiendo el espíritu de su fundador
San Vicente de Paúl y de Santa Luisa de Marillac, están tan dispuestas a servir
a la Iglesia y a los pobres en todos los ambientes y en todos los países. Te
pedimos por las que viven en esta casa y, en el corazón de esta ciudad febril,
acogen a todos los peregrinos que conocen el precio del silencio y la oración.
Dios
te salve, María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
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