La parábola del hijo
pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la
conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de
la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y
propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada,
aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o
material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio,
cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de
mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, constituye
el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza
constitutiva de su misión. Así entendían también y practicaban la misericordia
sus discípulos y seguidores. Ella no cesó nunca de revelarse en sus corazones y
en sus acciones, como una prueba singularmente creadora del amor que no se deja
« vencer por el mal », sino que « vence con el bien al mal »,69
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