«Os daré un corazón»: Dios nos lo ha dicho por el Profeta.
y el sentido se aclara por el contexto. «Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará» (Ez 36, 251. Sí, Dios purifica el
corazón humano. El corazón, creado para ser hogar del amor, ha lle-
gado a ser el hogar central del rechazo de Dios, del pecado del
hombre que se desvía de Dios para unirse a toda suerte de «ídolos». Es entonces
cuando el corazón se hace impuro». Pero cuando el mismo
interior del hombre se abre a Dios, encuentra la
«pureza» de la imagen y de la semejanza impresas en él por el Creador
desde el principio.
El
corazón es también el hogar central de la conversión que Dios
desea de parte del hombre para el hombre, con el fin de entrar en su intimidad,
en su amor. Dios ha creado al hombre para que éste no sea ni indiferente ni
frío, sino que esté abierto a Dios. ¡Qué
bellas son las Palabras del Profeta: «Arrancaré de vuestra carne el corazón de
piedra y os daré un corazón de carne» (Ez 36, 26)! El
corazón de carne, un corazón que tiene una sensibilidad humana
y un corazón capaz de dejarse captar por el soplo del Espíritu Santo.
Es
lo que dice Ezequiel: «Os daré un corazón nuevo y
os infundiré un espíritu nuevo ... »; mi espíritu (Ez 36,
26-27).
[…]
A
través del Corazón de su Hijo traspasado en la cruz, el Padre nos lo ha
dado todo gratuitamente. La Iglesia y el mundo reciben el Consolador: el
Espíritu Santo. Jesús había dicho: «Si me voy, os lo enviaré» (Jn 16,
7). Su Corazón traspasado testimonia que El «ha partido». El envía en adelante
el Espíritu de verdad. El agua que brota de su costado traspasado es el signo
del Espíritu Santo: Jesús había anunciado a Nicodemo el nuevo nacimiento «del
agua y del Espíritu» (cf. Jn 3,5). Las palabras del Profeta se
cumplen: «Os daré un corazón nuevo, infundiré
en vosotros un espíritu nuevo».
Santa
Margarita María conoció este misterio admirable, el
misterio transformante del Amor divino. Ella conoció toda la
profundidad de las palabras de Ezequiel: «Os daré un corazón».
A
lo largo de toda su vida escondida en Cristo, estuvo marcada
por el don de este Corazón que se ofrece sin límites a todos los corazones
humanos. Ella fue captada enteramente por este misterio divino, como lo expresa
la admirable oración del Salmo de este día:
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