A la temática de la unidad de los cristianos está dedicada también gran parte de una precedente encíclica del Papa, publicada en 1985 en ocasión del 1100 aniversario de la obra evangelizadora de los santos Cirilo y Metodio, la Enciclica Slaworum Apostoli. En ella Juan Pablo II ha subrayado la historia relación entre las misiones y la credibilidad de la predicación de la Iglesia, que está llamada a la vida en la unidad visible. La Iglesia no puede aceptar divisiones entre sus hijos pues esas, en el contexto de la obra evangelizadora, aparecen como motivo de escándalo ante el mundo. El Papa es consciente de que alcanzar la plena universalidad requiere la apertura del ánimo, la comprensión reciproca, la disponibilidad a colaborar en el ámbito del intercambio de los bienes culturales y espirituales.
Juan Pablo II, consciente del deseo de los cristianos de unidad, no se cansaba de promover el nuevo modo de mirar el camino ecuménico y de leer atentamente los signos de los tiempos. El Papa, amaestrado por la historia de la Iglesia, aun reconociendo y confesando la propia debilidad, se sentía llamado a la renovación evangélica y a la búsqueda de los nuevos caminos de unidad. No ponía en duda que fuese el testimonio de los santos – y en modo particular de los mártires del s. XX, pertenecientes no solo a la Iglesia católica sino también a las otras comunidades eclesiales, a dar un ejemplo nuevo capaz de recortar y apresurar el camino de la unidad. En este contexto el recuerdo de la Encarnación, celebrado en el gran jubileo de 2000, ha motivado al Papa a reclamar, escribiendo la Enciclica Ut unum sint, la atención de todos los creyentes en Cristo sobre la urgencia de superar los muros de las divisiones y de las desconfianzas y de dar testimonio definitivo de la unidad. Es la fuerza del Evangelio que llama a todos los discípulos de Cristo a reconocer los errores cometidos y a buscar las vías que pueden llevar a la unidad tan deseada. El Papa comprendía esta obra como imperativo de la conciencia iluminada por la fe y guidada por la caridad.
El Papa era consciente de que “el ecumenismo de los expertos” tenía
que encontrar su actuación en el “ecumenismo de la conversión” (US, 15). No
existe el autentico ecumenismo sin la profundidad espiritual, sin una ardiente oración, sin un sentir ecuménico
común. El intenso dialogo teológico tiene que ser sostenido por un examen de conciencia
profundo, que lleve a superar las incomprensiones, falass interpretaciones y
prejuicios (US, 11). Cada una de las partes de este dialogo ha cedido a la tentación
de caminar por cuent apropia, y por eso, la verdadera comunión eclesial es posible solo a través de una
radical conversión al Evangelio.
(Publicado en Totus Tuus, Nr 5 sept/oct 2009)
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