Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 25 de junio de 2021

Miroslaw Mroz : No existe ecumenismo sin profundidad espiritual (2 de 2)

 


A la temática de la unidad de los cristianos está dedicada también gran parte de una precedente encíclica del Papa, publicada en 1985 en ocasión del 1100 aniversario de la obra evangelizadora de los santos Cirilo y Metodio, la Enciclica Slaworum Apostoli.   En ella Juan Pablo II ha subrayado la historia relación entre las misiones y la credibilidad de la predicación de la Iglesia, que está llamada a la vida en la unidad visible. La Iglesia no puede aceptar divisiones entre sus hijos pues esas, en el contexto de la obra evangelizadora, aparecen como motivo de escándalo ante el mundo. El Papa es consciente de que alcanzar la plena universalidad requiere la apertura del ánimo, la comprensión reciproca, la disponibilidad a colaborar en el ámbito del intercambio de los bienes culturales y espirituales.

 Ser cristiano – operador de la comunión en la Iglesia y en la sociedad – aparece una atarea superior a las fuerzas humanas y por este motivo Juan Pablo II no teme recordar que la unidad que significa encuentro en la verdad y en el amor es en primer lugar un don del Espíritu Santo. No sorprende, por tanto, la exhortación del Pontífice para que la Iglesia renueve en su interior el consentimiento y la fraternidad, supere incomprensiones y desconfianzas recíprocas y, encontrando la solución a los conflictos y a las dificultades en el reconocimiento común de la verdad, de al mundo un ejemplo de convivencia justa y pacífica, basada en el respeto reciproco y en la inviolable libertad (SA,30).

  Las tensiones que nacen entre la unidad de la fe de la Iglesia y las diversidades que nacen de la riqueza cultural de los modos de vivirla aparecen como un elemento constante e incluso enriquecedor. Como si percibiese del ejemplo de la misión de los santos Cirilo y Metodio el modo mejor para custodiar la unidad en lo que es esencial en la fe, es el amor por Cristo y por la Iglesia.  Es Cristo, en efecto, quien reúne a sus fieles y es El su Señor.

Juan Pablo II, consciente del deseo de los cristianos de unidad, no se cansaba de promover el nuevo modo de mirar el camino ecuménico y de leer atentamente los signos de los tiempos. El Papa, amaestrado por la historia de  la Iglesia, aun reconociendo y confesando la propia debilidad, se sentía llamado a la renovación evangélica y a la búsqueda de los nuevos caminos de unidad.  No ponía en duda que fuese el testimonio de los santos – y en modo particular de los mártires del s. XX, pertenecientes no solo a la Iglesia católica sino también a las otras comunidades eclesiales, a dar un ejemplo nuevo capaz de recortar y apresurar el camino de la unidad.   En este contexto el recuerdo de la Encarnación, celebrado en el gran jubileo de 2000, ha motivado al Papa a reclamar, escribiendo la Enciclica Ut unum sint, la atención de todos los creyentes en Cristo sobre la urgencia de superar los muros de las divisiones y de las desconfianzas y de dar testimonio definitivo de la unidad. Es la fuerza del Evangelio que llama a todos los discípulos de Cristo a reconocer los errores cometidos y a buscar las vías que pueden llevar a la unidad tan deseada. El Papa comprendía esta obra como imperativo de la conciencia iluminada por la fe y guidada por la caridad.

 Varias veces Juan Pablo II puso en guardia ante el falso ecumenismo. No se puede entender el movimiento ecuménico como “unificación a daño de la verdad” (US, 18) o como “Fáciles acuerdos” (US 36). Este “falso irenismo” (US 79)  constituiría una negación de los esfuerzos en el camino de la unidad y no el verdadero progreso.

El Papa era consciente de que “el ecumenismo de los expertos” tenía que encontrar su actuación en el “ecumenismo de la conversión” (US, 15). No existe el autentico ecumenismo sin la profundidad espiritual, sin  una ardiente oración, sin un sentir ecuménico común. El intenso dialogo teológico tiene que ser sostenido por un examen de conciencia profundo, que lleve a superar las incomprensiones, falass interpretaciones y prejuicios (US, 11). Cada una de las partes de este dialogo ha cedido a la tentación de caminar por cuent apropia, y por eso, la verdadera comunión  eclesial es posible solo a través de una radical conversión al Evangelio.

 Juan Pablo II observa estupendamente que en este largo y difícil proceso de la construcción de la unidad está implicado también el “ecumenismo de los santos”. La presencia universal de los santos constituye para Juan Pablo II  una prueba de que la futura comunión plena de todos los cristianos es posible. El Papa sugiere con fuerza que los cristianos están más unidos cuantos más santos son: a través de la presencia de los santos, los cristianos experimental la nostalgia de la unidad y se sienten atraídos recíprocamente. Juan Pablo II muestra el rostro espiritual del camino ecuménico que, no por medio de gestos espectaculares, sino por medio del re-descubrimiento de las sólidas y profundas bases, construye la unidad duradera de la Iglesia.

 

(Publicado en Totus Tuus, Nr 5 sept/oct 2009)

 

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