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de Wikimedia Commons: L. Spada Regreso del hijo pródigo
La Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia (ya mencionada en este blog) es un documento
valioso y rico, bastante extenso. Si bien fue fruto de un Sínodo de Obispos y
publicado el primer Domingo de Adviento de 1984, nos ofrece abundante
material de reflexión para la Cuaresma y la Semana Santa, nos invita a la “ renovación de los
corazones” para ir adentrándonos en la fiesta de “La resurrección, culmen y
plenitud de la Revelación”
“En
la primera parte me propongo tratar de la Iglesia en el cumplimiento de su
misión reconciliadora, en la obra de conversión de los corazones en orden a un
renovado abrazo entre el hombre y Dios, entre el hombre y su hermano, entre el
hombre y todo lo creado. En la segunda parte se indicará la causa radical de
toda laceración o división entre los hombres y, ante todo, con respecto a
Dios: el pecado. Por último señalaré aquellos medios que permiten a la Iglesia
promover y suscitar la reconciliación plena de los hombres con Dios y, por
consiguiente, de los hombres entre sí.”
“El
término y el concepto mismo de penitencia son muy complejos. Si la
relacionamos con metánoia, al que se refieren los sinópticos,
entonces penitencia significa el cambio profundo de corazón bajo
el influjo de la Palabra de Dios y en la perspectiva del Reino.(9) Pero penitencia quiere
también decir cambiar la vida en coherencia con el cambio de corazón,
y en este sentido el hacer penitencia se completa con el de dar
frutos dignos de penitencia;(10) toda la existencia se hace penitencia
orientándose a un continuo caminar hacia lo mejor. Sin embargo, hacer penitencia es
algo auténtico y eficaz sólo si se traduce en actos y gestos de penitencia.
En este sentido, penitencia significa, en el vocabulario cristiano
teológico y espiritual, la ascesis, es decir, el esfuerzo concreto y
cotidiano del hombre, sostenido por la gracia de Dios, para perder la
propia vida por Cristo como único modo de ganarla;(11) para despojarse
del hombre viejo y revestirse del nuevo;(12) para superar en sí
mismo lo que es carnal, a fin de que prevalezca lo que es espiritual;(13)
para elevarse continuamente de las cosas de abajo a las de
arriba donde está Cristo.(14) La penitencia es, por tanto, la
conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a
la vida entera del cristiano.
En
cada uno de estos significados penitencia está estrechamente unida
a reconciliación, puesto que reconciliarse con Dios, consigo mismo y con
los demás presupone superar la ruptura radical que es el pecado, lo cual se
realiza solamente a través de la transformación interior o conversión que
fructifica en la vida mediante los actos de penitencia.
Cuando
la Iglesia proclama la Buena Nueva de la reconciliación, o propone llevarla a
cabo a través de los Sacramentos, realiza una verdadera función profética,
denunciando los males del hombre en la misma fuente contaminada, señalando la
raíz de las divisiones e infundiendo la esperanza de poder superar las
tensiones y los conflictos para llegar a la fraternidad, a la concordia y a la
paz a todos los niveles y en todos los sectores de la sociedad humana. Ella
cambia una condición histórica de odio y de violencia en una civilización del
amor; está ofreciendo a todos el principio evangélico y sacramental de aquella
reconciliación fontal, de la que brotan todos los demás gestos y actos de
reconciliación, incluso a nivel social.”
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