“ Pero, ¿Dios, existe?' Y si existe: ¿Se ocupa realmente de nosotros?, ¿Podemos llegar hasta Él?". Es verdad: No podemos poner a Dios sobre la mesa, ni tocarlo como un utensilio o tenerlo en la mano como cualquier objeto. Debemos desarrollar de nuevo la capacidad de percibir a Dios; una capacidad que poseemos. Podemos intuir algo de la grandeza de Dios en la grandeza del cosmos. Podemos utilizar el mundo a través de la técnica porque está construido de manera racional. En la gran racionalidad del mundo podemos intuir el espíritu creador del que proviene y, en la belleza de la creación, podemos intuir algo de la belleza, de la grandeza y también de la bondad de Dios. En la Palabra de la Sagrada Escritura podemos escuchar palabras de vida eterna que no proceden solamente de los seres humanos, sino de Él, y en ellas resuena su voz. Y también, finalmente, vemos casi a Dios en el encuentro con las personas tocadas por Él. No pienso solamente en los grandes: de Pablo a Francisco de Asís, hasta la Madre Teresa; pienso en tantas personas sencillas de las que no habla nadie. Y, sin embargo, cuando las encontramos, sentimos que de ellas promana algo de bondad, de sinceridad, alegría, y sabemos que ahí está Dios y que Él también nos toca. Por eso, en estos días queremos comprometernos en volver a ver a Dios, para volver a ser personas a través de las cuales irradie en el mundo la luz de la esperanza, que es luz que viene de Dios y que nos ayuda a vivir.” (Benedicto XVI – entrevista VIS 20110919 (570)
lunes, 19 de septiembre de 2011
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