Hoy toda la Iglesia recuerda a la Beata Teresa de Calcuta.
Mujer santa que caminó las calles de nuestros días y supo transformar espacios recónditos y oscuros en oasis de Paz, de Amor, y de Luz devolviendo sonrisas a rostros opacados, vivificando un mundo olvidado y transformándolo en evangélico. “ Una de esas mujeres” - decía el Beato Juan Pablo II - “que no tienen miedo de acercarse, siguiendo a Cristo, a todas las dimensiones de la humanidad, a todas las situaciones del hombre en el mundo contemporáneo”
Una misionera de la caridad que frente a las condiciones paupérrimas y tenebrosas que nuestro mundo tecnológico y desarrollado pretende ignorar dándole la espalda, se dio por entera a destituidos, enfermos y moribundos y fue apóstol en una obra “donde el misterio del sufrimiento humano se encuentra con el misterio de la fe y el amor”
Una mujer única, pequeña, menuda, que podría pasar casi desapercibida. Sin embargo, envuelta en un sari “albi celeste” fue repartiendo pedazos de cielo a su paso y creciendo en fama y santidad día a día dejándonos un poderoso mensaje porque “Todos estamos llamados a la santidad: es la medida misma de la vida cristiana.” (Benedicto XVI)
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