“El cristianismo no es sólo una “religión de adviento”, sino el Adviento mismo”
En una serie de Audiencias al comienzo de su Pontificado en 1978, el Beato Juan Pablo II nos invita a reflexionar sobre el ciclo del Adviento.
En la primera de estas Audiencias trata sobre el significado, el origen y el sentido del Adviento y nos habla sobre la profunda relación entre Dios y el hombre.
“Adviento quiere decir “venida”…. ¿Quién es el que viene?, y ¿para qué viene? -
“……muchos son los interrogantes que se plantean. El hombre tiene el derecho e incluso el deber de preguntar para saber. Hay asimismo quienes dudan y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su alegría. Precisamente para esto disponemos del tiempo de Adviento, para que podamos penetrar en esta verdad esencial del cristianismo cada año de nuevo….. Hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta..”
Y enseguida nos lleva a reflexionar más profundamente, sin perder de vista el corazón de niño que llevamos adentro:
“La verdad del cristianismo corresponde a dos realidades fundamentales que no podemos perder nunca de vista. Las dos están estrechamente relacionadas entre sí. Y justamente este vínculo íntimo, hasta el punto de que una realidad parece explicar la otra, es la nota característica del cristianismo. La primera realidad se llama “Dios”, y la segunda “el hombre”. El cristianismo brota de una relación particular entre Dios y el hombre. En los últimos tiempos —en especial durante el Concilio Vaticano II— se discutía mucho sobre si dicha relación es teocéntrica o antropocéntrica. Si seguimos considerando por separado los dos términos de la cuestión, jamás se obtendrá una respuesta satisfactoria a esta pregunta. De hecho el cristianismo es antropocéntrico precisamente porque es plenamente teocéntrico; y al mismo tiempo es teocéntrico gracias a su antropocentrismo singular. Pero es cabalmente el misterio de la Encarnación el que explica por sí mismo esta relación. Y justamente por esto el cristianismo no es sólo una “religión de adviento”, sino el Adviento mismo. El cristianismo vive el misterio de la venida real de Dios hacia el hombre, y de esta realidad palpita y late constantemente. Esta es sencillamente la vida misma del cristianismo. Se trata de una realidad profunda y sencilla a un tiempo, que resulta cercana a la comprensión y sensibilidad de todos los hombres y, sobre todo, de quien sabe hacerse niño con ocasión de la noche de Navidad. No en vano dijo Jesús una vez: “Si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3).”
“Pero para comprender el fondo de esta doble realidad” – agrega el Papa – “hay que remontarse hasta los comienzos mismos de la Revelación o, mejor, hasta los comienzos casi del pensamiento humano….y “precisamente en los comienzos nos encontramos enseguida con la vinculación fundamental de estas dos realidades: Dios y el hombre……….en el mismo libro del Génesis—, y ya en el primer capítulo, encontramos la verdad fundamental acerca del hombre que Dios (Elohim) crea a su “imagen y semejanza”. Leemos en él: “Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gén 1, 26), y a continuación: “Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y mujer” (Gén 1, 27).
Hacia el final de la Audiencia el Beato Juan Pablo II vuelve a plantearnos la pregunta inicial y nos invita a la reflexión sobre el Adviento y su “relación particular entre Dios y su imagen, que es el hombre…Esta relación ilumina las bases mismas del cristianismo. Nos permite además dar una respuesta fundamental a dos preguntas: primera, ¿qué significa el Adviento?; y segunda, ¿por qué precisamente el Adviento forma parte de la sustancia misma del cristianismo?” y termina diciendo:
“La realidad del Adviento está llena de la más profunda verdad sobre Dios y sobre el hombre.”
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