(fotode Wikipiedia Montecassino cementerio polaco, al fondo la Abadía reconstruida)
Karol Wojtyla amaba su patria, su
cultura, su tierra, su pueblo, sentimiento anidado en su natal Wadowice desde
niño: guiado por su padre, sus maestros, su guía espiritual. Seleccionando más tarde sus
lecturas fue entrando en el mundo de la poesía y la prosa escrita y hablada. La
fuerza del teatro rapsódico dio origen a una nueva generación. Ya sacerdote su apostolado entre los jóvenes miraba
mas allá de lo cotidiano en momentos del
régimen: había que educar a los jóvenes que serían los generadores de una nueva
Polonia.
Nunca ocultó su profunda unión con
la tierra que lo viera nacer, ni siquiera siendo Obispo de Roma. En sus
mensajes a sus compatriotas vibraba no solo su profunda fe y esperanza sino también
su espíritu casi guerrero exigiendo
libertad, defendiendo la dignidad y la
vida de toda persona y el respeto por los lugares que nos hablan de la “muerte
y resurrección” no sólo polacas sino universales y que son una parte
decididamente importante hasta de su magisterio porque si bien sus palabras están
en la mayoría de las veces expresamente dirigidas a Polonia o a lugares específicos,
son perfectamente aplicables a tantas otras circunstancias y lugares.
Pero de la misma manera que el “vivió” profundamente
unido a su patria, sufrió con ella también desde Roma los momentos difíciles,
recordando siempre la historia reciente y heridas abiertas. Uno de los santos lugares que el guardaba en su corazón era el
Monasterio de Montecassino. Montecassino es también uno de los lugares que
personalmente le tengo especial afecto y que planeábamos visitar el mismo dia de
la visita a Mentorella, tan unido a Montecassino y San Benito, pero quedó pendiente.
Por eso leí con mayor atención el capítulo
titulado Montecassino en la increíble historia del padre Gereon Goldmann, Un seminarista en las SS (Ediciones
Palabra, Madrid) sobreviviente milagroso de los horrores de la II Guerra
Mundial, quien entre “aventuras”, riesgos y masacres logró ayudar a tantos
hermanos atendiéndolos como asistente sanitario y espiritual. Son palabras directamente desde el “frente” de batalla. El padre Goldmann cuenta de su visita al Monasterio
de Montecassino, tan caro a Juan Pablo
II y donde cayeron tantos de sus compatriotas en medio de una tragedia que produjo perdida y
dolor, pero que más tarde levantándose de sus cenizas se erigiera en símbolo de
una nueva Europa. y que fuera motivo de palabras tan emotivas del Papa JuanPablo II con ocasión del 50 aniversario cuando hablaba de aquel “enfrentamiento
de dos "proyectos": uno, tanto en oriente como en occidente, que tendía
a desarraigar a Europa de su pasado cristiano, ligado a sus patronos y,
en especial, a san Benito; el otro tendía a defender la tradición cristiana
de Europa y "el espíritu europeo".”
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