(Oración que San Juan
Pablo II dedicó al Sagrado Corazón de Jesús al final de su homilía en la Misa por
el 450 aniversario de la evangelización de Ecuador - 30 de
enero de 1985)
Este es, Señor, vuestro pueblo.
Siempre, Jesús, os reconocerá por su Dios.
No volverá sus ojos a otra estrella,
que a esa de amor y misericordia
que brilla en medio de vuestro pecho.
Sea, pues, Dios nuestro, sea vuestro Corazón
el faro luminoso de nuestra fe,
el áncora segura de nuestra esperanza,
el emblema de nuestras banderas,
el escudo impenetrable de nuestra flaqueza,
la aurora hermosa de una paz imperturbable,
el vínculo estrecho de una concordia santa,
la nube que fecunde nuestros campos,
el sol que alumbre nuestros horizontes,
la vena, en fin, riquísima
de la prosperidad y abundancia que necesitamos.
Y, pues, nos consagramos y entregamos sin reserva
a vuestro Divino Corazón,
multiplicad sin fin los años de nuestra paz.
Desterrad de los confines de la patria
la impiedad y corrupción, la calamidad y la miseria.
Dicte nuestras leyes vuestro Evangelio;
gobierne nuestros tribunales vuestra justicia;
sostengan y dirijan a nuestros gobernantes
vuestra clemencia y fortaleza;
perfeccionen a nuestros sacerdotes
vuestra sabiduría, santidad y celo;
convierta a todos los hijos del Ecuador vuestra gracia
y corónelos en la eternidad vuestra gloría;
para que todos los pueblos y naciones de la tierra,
contemplando la verdadera dicha y ventura del nuestro,
se acojan a su vez a vuestro amante Corazón
y disfruten de la paz que ofrece al mundo
esa fuente pura y símbolo perfecto
de amor y caridad. Amén.
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