(fotografía
de Taize)
“No
se trata de las muchas palabras, sino de la apertura del corazón en el Espíritu
Santo al Padre. Con este mismo espíritu nos habla san Pablo, que llama a un
incesante agradecimiento al Padre por todo. La oración no se mide por la
cantidad de palabras que tendrían que «asegurar» que las peticiones sean
escuchadas, sino precisamente por este agradecimiento por todo. La oración paulina
es ante todo contemplación del obrar de Dios en nosotros y en todo. A la vez,
es una oración «realista», sin optimismo «eufórico».
El
agradecimiento paulino se refiere no al pasado, sino al presente; es por
aquello que el Padre obra continuamente por el poder de la Redención de Cristo.
La oración de nuestra vida, y la vida de nuestra oración. Pues somos «colaboradores
de Dios».
La
oración paulina se asemeja a la oración del propio Cristo. Es un agradecimiento
eterno que brota del corazón humano. Igualmente la imploración que se encierra
en la oración de Cristo, se expresa en forma de agradecimiento.”
(Juan
Pablo II de JUAN PABLO II – Estoy en tus
manos – Cuadernos Personales 1962-2003, pág. 366 publicado por Planeta,
2014)
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