“Es un dogma de la fe
cristiana, que se inserta en un hecho sucedido y constatado históricamente.
Trataremos de investigar “con las rodillas de la mente inclinadas” el misterio
enunciado por el dogma y encerrado en el acontecimiento, comenzando con el
examen de los textos bíblicos que lo atestiguan.
El
primero y más antiguo testimonio escrito sobre la resurrección de Cristo se
encuentra en la primera Carta
de San Pablo a los Corintios. En ella el Apóstol recuerda a los
destinatarios de la Carta (hacia la Pascua del año 57 d. C.): “Porque os
transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según
las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó
al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los
Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales
todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago;
más tarde a todos los Apóstoles. Y en último término se me apareció también a
mí, como a un abortivo” (1 Co 15,
3-8).
Como
se ve, el Apóstol habla aquí de
la tradición viva de la resurrección, de la que él había tenido
conocimiento tras su conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18). Durante su viaje a
Jerusalén se encontró con el Apóstol Pedro, y también con Santiago, como lo
precisa la Carta a los Gálatas (1, 18 s.), que ahora ha citado como
los dos principales testigos de Cristo resucitado.
Debe
también notarse que, en el texto citado, San Pablo no habla sólo de la
resurrección ocurrida el tercer día “según las Escrituras” (referencia bíblica
que toca ya la dimensión teológica del hecho), sino que al mismo tiempo recurre a los testigos a los que Cristo se apareció
personalmente. Es un signo, entre otros, de que la fe de la primera comunidad
de creyentes, expresada por Pablo en la Carta
a los Corintios, se basa en el testimonio de hombres concretos, conocidos
por los cristianos y que en gran parte vivían todavía entre ellos. Estos
“testigos de la resurrección de Cristo” (cf. Hch 1, 22), son ante todo los Doce
Apóstoles, pero no sólo ellos: Pablo habla de la aparición de Jesús incluso a
más de quinientas personas a la vez, además de las apariciones a Pedro, a
Santiago y a los Apóstoles.”
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