Con
ocasión del viaje apostólico del Papa Benedicto XVI a Fátima (11 al 14 de mayo
de 2010) el Santo Padre tuvo la gentileza de responder preguntas de los periodistasdurante el vuelo hacia Portugal. En cuanto al Mensaje de Fátima el Papa respondía
una pregunta planteada por el padre Lombardi, entonces Director de la Sala de
Prensa de la Santa Sede:
Padre Lombardi…. Hablemos ahora de Fátima, donde tendrá lugar un poco el
culmen también espiritual de este viaje. Santidad, ¿qué significado tienen para
nosotros las apariciones de Fátima? Cuando usted presentó el texto del tercer secreto de Fátima en la Sala de Prensa Vaticana, en junio de 2000, estábamos
varios de nosotros y otros colegas de entonces, y se le preguntó si el mensaje
podía extenderse, más allá del atentado a Juan Pablo II, también al sufrimiento
de los Papas. Según usted, ¿es posible encuadrar igualmente en aquella visión
el sufrimiento de la Iglesia de hoy, por los pecados de abusos sexuales de los
menores?
Papa.- Ante todo, quisiera expresar mi alegría de ir a Fátima,
de rezar ante la Virgen de Fátima, que para nosotros es un signo de la
presencia de la fe, que precisamente de los pequeños nace una nueva fuerza de
la fe, que no se reduce a los pequeños, sino que tiene un mensaje para todo el
mundo y toca la historia precisamente en su presente e ilumina esta historia. En 2000, en la presentación, dije que una aparición, es decir, un impulso
sobrenatural, que no proviene solamente de la imaginación de la persona, sino
en realidad de la Virgen María, de lo sobrenatural, que un impulso de este tipo
entra en un sujeto y se expresa en las posibilidades del sujeto. El sujeto está
determinado por sus condiciones históricas, personales, temperamentales y, por
tanto, traduce el gran impulso sobrenatural según sus posibilidades de ver,
imaginar, expresar; pero en estas expresiones articuladas por el sujeto se
esconde un contenido que va más allá, más profundo, y sólo en el curso de la
historia podemos ver toda la hondura, que estaba, por decirlo así, «vestida» en
esta visión posible a las personas concretas. De este modo, diría también aquí
que, además de la gran visión del sufrimiento del Papa, que podemos referir al
Papa Juan Pablo II en primera instancia, se indican realidades del futuro de la
Iglesia, que se desarrollan y se muestran paulatinamente. Por eso, es verdad
que además del momento indicado en la visión, se habla, se ve la necesidad de
una pasión de la Iglesia, que naturalmente se refleja en la persona del Papa,
pero el Papa está por la Iglesia y, por tanto, son sufrimientos de la Iglesia
los que se anuncian. El Señor nos ha dicho que la Iglesia tendría que sufrir
siempre, de diversos modos, hasta el fin del mundo. Lo importante es que el mensaje, la respuesta de Fátima, no tiene que
ver sustancialmente con devociones particulares, sino con la respuesta
fundamental, es decir, la conversión permanente, la penitencia, la oración, y
las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. De este modo, vemos
aquí la respuesta verdadera y fundamental que la Iglesia debe dar, que nosotros
—cada persona — debemos dar en esta situación. La novedad que podemos descubrir
hoy en este mensaje reside en el hecho de que los ataques al Papa y a la
Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia
proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que hay en la
Iglesia. También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de modo realmente
tremendo: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos
externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene
una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la
purificación, de aprender, por una parte, el perdón, pero también la necesidad
de la justicia. El perdón no sustituye
la justicia. En una palabra, debemos volver a aprender estas cosas
esenciales: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales.
De este modo, respondemos, somos realistas al esperar que el mal ataca siempre,
ataca desde el interior y el exterior, pero también que las fuerzas del bien
están presentes y que, al final, el Señor es más fuerte que el mal, y la Virgen
para nosotros es la garantía visible y materna de la bondad de Dios, que es
siempre la última palabra de la historia.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario