¿Por qué el
Señor Jesús ha llamado a sus discípulos "la sal de la tierra"? El
mismo nos da la respuesta si consideramos, por una parte, las circunstancias en
las que pronuncia estas palabras y, por otra, el significado inmediato de la
imagen de la sal. Como sabéis, la afirmación de Jesús se inserta en el sermón
de la montaña con el texto de las ocho bienaventuranzas: Jesús, rodeado de una
gran muchedumbre, está
enseñando a sus discípulos (cf. Mt 5,
1), y precisamente a ellos, como de improviso, les dice no que "deben
ser", sino que "son" la sal de la tierra. En una palabra, se
diría que El, sin excluir obviamente el concepto de deber, designa una condición
normal y estable del discipulado: no se es verdadero discípulo suyo, si
no se es sal de la tierra.
Por otra parte, resulta fácil la
interpretación de la imagen: la sal es la sustancia que se usa para dar sabor a
las comidas y para preservarlas, además, de la corrupción. El discípulo de
Cristo, pues, es
sal en la medida en que ofrece realmente a los otros hombres, más aún, a toda
la sociedad humana, algo que sirva como un saludable fermento moral, algo
que dé sabor y que tonifique. Dejando a un lado la metáfora, este fermento sólo
puede ser la virtud o, más exactamente, el conjunto de las virtudes tan
estupendamente indicadas en la serie precedente de las bienaventuranzas.
Se comprende, pues, cómo estas palabras
de Jesús valen para todos sus discípulos. Por tanto, es necesario que cada uno
de nosotros, queridos hermanos e hijos, las entienda como referidas a sí mismo….
No me refiero sólo a los que llamamos "comprometidos", sino a todos,
a cada uno de vosotros, sin excepción. ¡Porque todos sois discípulos de Cristo!
Y ahora la segunda pregunta: ¿Por qué el
Señor Jesús llamó a sus discípulos "la luz del mundo"? El mismo nos
da la respuesta, basándonos siempre en las circunstancias a que hemos aludido y
en el valor peculiar de la imagen. Efectivamente, la imagen de la luz se
presenta inmediatamente como complementaria e integrante respecto
a la imagen de la sal: si la sal sugiere la idea de la penetración en
profundidad, la de la luz sugiere la idea de la difusión en el sentido de
extensión y de amplitud, porque —diré con las. palabras del gran poeta italiano
y cristiano— "La luz rápida cae como lluvia de cosa en cosa, y suscita
varios colores, dondequiera que se posa" (A Manzoni, La
Pentecoste, vs.
41-44).
El cristiano, pues, para
ser" fiel discípulo de Cristo Maestro, debe iluminar con su ejemplo, con
sus virtudes, con esas "bellas obras" (Kala Erga)…. (Mt 5,
16), y las cuales puedan ser vistas por los hombres. Debe iluminar precisamente
porque es
seguidor de Aquel que es "la luz verdadera que, viniendo a este mundo,
ilumina a todo hombre" (Jn 1,
9), y que se autodefine "luz del mundo" (Jn 8,
12).
No hay comentarios:
Publicar un comentario