(presentada en la Sesión de apertura de la
investigación diocesana sobre la vida, virtudes y fama de santidad del Siervo
de Dios Juan Pablo II, en la Basílica de San Juan de Letrán el 28 de junio de
2005)
Los primeros
veinte años: un talento extraordinario que va madurando a través de
experiencias durísimas.
Karol Józef
Wojtyła nace en Wadowice el 18 de mayo de 1920, hijo de Karol y de Emilia
Kaczorowska, padres profundamente católicos, y es bautizado el 20 de junio del
mismo año en la iglesia parroquial de Wadowice.
Hacía poco que
Polonia había recobrado su unidad e independencia y tan solo dos meses después,
el 16 y 17 de agosto, supo defenderla victoriosamente para si y para Europa,
rechazando la invasión de la Armada roja en la batalla llamada “milagro del
Vistola” (Wisła). Menciono este hecho porque le permite al niño y
adolescente Karol crecer y formarse en un contexto social y cultural
serenamente inclinado al catolicismo, y porque personalmente he escuchado a
Juan Pablo II recordar en múltiples ocasiones, conmovido y con inmensa gratitud, el “milagro del Vistola”.
En septiembre de
1926 Karol, llamado familiarmente Lolek, comienza a frecuentar la escuela
elemental. Más tarde, s sus nueve años,
el 13 de abril de 1929, pierde la madre, fallecida por una enfermedad a tan
solo 45 años de edad. Un mes más tarde recibe la primera comunión. En 1930 pasa
a la escuela media, en el colegio secundario estatal de Wadowice y elige la
rama neoclásica. El 5 de diciembre de 1932 Karol sufre otra perdida, con la
muerte de su hermano mayor Edmund, joven médico que fallece curando enfermos
durante una epidemia de escarlatina. Queda solo con el padre y a partir de allí
guiado por una vida en la cual la oración ocupa un lugar preponderante mientras
va creciendo en el estudio, pero también en el juego, la alegría y el deporte. Otra persona que contribuirá en la formación
cristiana de Karol fue el padre Kazimierz Figlewicz, un joven sacerdote que a
partir de 1930 enseñaba catecismo en la escuela de Wadowice y en la parroquia
reunia a los monaguillos, entre ellos a Karol.
El pequeño Karol se confesaba con el. Karol lo admiraba y llegaron a entablar una
estrecha relación. El sacerdote lo
consideraba un joven muy vivaz, de gran talento, muy lúcido y buenísimo.
Karol es formado
con particular amor a la Virgen Maria y una profunda devoción al Espiritu
Santo, características que quedaran grabadas profundamente en su alma y a las
cuales permanece fiel durante toda su vida.
Su vida religiosa es fortalecida con una asidua oración personal, la
frecuencia a los sacramentos, diferentes practicas de piedad y en particular
los peregrinaciones a los santuarios marianos, pero también con su participación en las asociaciones
católicas: en la vigilia de la Asunción del 1934 entra a formar parte del
Sodalicio Mariano de su parroquia y dos años más tarde es nombrado presidente.
Por otra parte ya
a partir de 1934 Karol comienza a participar de las representaciones dramáticas,
y dos años más tarde comienza una intensa colaboración con el Director teatral
de vanguardia Mieczysław Kotlarczyk, un
enamorado del teatro y profundamente creyente.
EL 3 de mayo de
1938 Karol recibe el sacramento de la confirmación, y el 27 del mismo mes se
recibe en el liceo: para la ceremonia de entrega de diplomas es invitado a
pronunciar el discurso de despedida. En
agosto del mismo año se muda con el padre a Cracovia, para inscribirse en la
facultad de filosofía de la Universita Jaguellonica, y seguir los cursos de
filología polaca. Como escribe el mismo en su libro Don y Misterio, esta etapa de su vida introduce al futuro Juan
Pablo II en el “misterio mismo de la palabra”.
El estallido de la
II Guerra Mundial, iniciada con la invasión a Polonia, el 1 de septiembre de
1939, cambia sin embargo radicalmente el curso de la vida de Karol. En la
primavera de aquel año ya había terminado de escribir el volumen de poesía,
entonces inéditas, Salmo rinascimental/Libro eslavo, del cual forma parte el
himno Magnificat, en el cual decia:
Apuro
hasta los bordes cáliz de rojo vino
En
la mesa celeste – tu servidor orante –
Gracias
te rinde, Padre, mi juventud bendita,
Tus
manos la formaron del corazón de un tilo.
Tu el mas prodigioso escultor de santos.
Son palabras
profundamente emotivas y nos hablan mucho de su vida, de su profundidad
espiritual, la comprensión de si mismo y
el genio poético del joven Wojtyla, pero también proféticamente, como la
Providencia, fue esculpiendo su figura y su persona a través de los dramas e
imprevistos de la historia.
La Universidad
Jaguellonica fue obligada a interrumpir los cursos en septiembre de 1940. Para
evitar su deportación a Alemania el joven Karol comenzó a trabajar como
operario en una cantera de piedra asociada con el establecimiento químico
Solvay; establecimiento que lo emplearía directamente un año más tarde. En La
cantera de piedra, poema escrito en 1956, describe esta experiencia que influyo
profundamente en el y en el conocimiento de la realidad y las dificultades de
la vida y la solidaridad entre los hombres. Allí escribe “toda la grandeza del
trabajo bien hecho es grandeza del hombre”.
El 18 de febrero
de 1941 muere el padre, que había estado enfermo hacia tiempo.. Karol pierde asi la ultima, y fuertísima
relación y afecto familiar. Mas tarde
recordara: “Nunca me había sentido tan
solo como en aquella noche en vela y oración” no obstante la presencia de un
amigo.
La vida en la
Polonia ocupada era terriblemente dura, la Iglesia era sistemáticamente
perseguida y muchísimos sacerdotes fueron asesinados o llevados prisioneros.
Sin embargo, aun en tal situación, el joven Wojtyla no solo continúa
escribiendo sino que compone dramas que se leerían en el “teatro rapsódico” clandestino,
fortaleciendo así la resistencia moral a la opresión nazi y la identidad
espiritual y cultural polaca. Pero la experiencia religiosa la profundiza en
contacto con Jan Tyranowski, un santo de fina espiritualidad y un autentico
formador de jóvenes, quien lo introduce en la lectura de los grandes místicos
carmelitas san Juan de la Cruz y santa Teresa de Avila, y el encuentro con el Tratado
de la verdadera devoción a la Santísima Virgen de san Luis Maria Grignion de
Montfort, que lo lleva a comprender más profundamente el vinculo entre Maria y
Cristo. De allí su moto de confianza
mariano Totus Tuus, autentico emblema
de toda su vida, no solo de su
episcopado. Los peregrinos al santuario mariano de Kalwaria contribuyeron a
delinear este itinerario de oración y de contemplación, que habrían orientado
los pasos del joven Karol hacia el sacerdocio.
(traducido de:
Camillo Ruini Alla sequela di Cristo Giovanni Paolo II il Servo dei Servi di Dio,
Cantagalli, Siena, feb 2007)