Hoy la Iglesia celebra la memoria liturgica de San Alberto Chmielowski, inspirador espiritual de Karol Wojtyla. Escuchemos que nos dice el mismo de este santo tan particular:
“Me
pregunto a veces qué papel ha desempeñado en mi vocación la figura del Santo
Fray Alberto. Adam Chmielowski -éste era su nombre- no era sacerdote. Todos en
Polonia saben quien fue. En el período de mi interés por el teatro rapsódico y
por el arte, la figura de este hombre valiente, que había tomado parte en la
"insurrección de enero" (1863) perdiendo una pierna durante los
combates, tenía para mí una atracción espiritual particular. Como es sabido,
Fray Alberto era pintor: había realizado sus estudios en Munich. El patrimonio
artístico que dejó muestra que tenía un gran talento. Sin embargo, en un cierto
momento de su vida este hombre rompe con el arte porque comprende que Dios lo
llama a tareas más importantes. Conociendo el ambiente de los pobres de Cracovia,
cuyo lugar de encuentro era el dormitorio público, llamado también "lugar
de la calefacción'', en la calle Krakowska, Adam Chmielowski decide convertirse
en uno de ellos, no como el limosnero que llega desde fuera para distribuir
dones, sino como uno que se da a sí mismo para servir a los desheredados.
Este fascinante ejemplo
de sacrificio suscita muchos seguidores. Alrededor de Fray Alberto se reúnen
hombres y mujeres. Nacen así dos Congregaciones, que se dedican a los más
pobres. Todo esto sucedió en los comienzos de nuestro siglo, en el período
anterior a la primera guerra mundial
Fray Alberto no pudo ver
el momento en el que Polonia conquistó su independencia. Murió en Navidad de
1916. Sin embargo, su obra sobrevivió convirtiéndose en expresión de las
tradiciones polacas de radicalismo evangélico, siguiendo las huellas de San
Francisco de Asís y de San Juan de la Cruz.
En la historia de la
espiritualidad polaca Fray Alberto ocupa un lugar especial. Para mí su figura
fue determinante, porque encontré en él un particular apoyo espiritual y un
ejemplo en mi alejamiento del arte, de la literatura y del teatro, por la
elección radical de la vocación al sacerdocio. Una de las alegrías más grandes
que he tenido como Papa ha sido la de elevar al honor de los altares a este
pobrecito de Cracovia con hábito gris, primero con la beatificación en Blonie
Krakowskie durante el viaje a Polonia del año 1983, y después con la
canonización en Roma en el mes de noviembre del memorable año 1989. Muchos
autores de la literatura polaca han inmortalizado la figura de Fray Alberto.
Entre las diversas obras artísticas, novelas y dramas, es digna de ser
mencionada la monografía que le dedicó el P. Konstanty Michalski. También yo,
siendo joven sacerdote, en la época en que era coadjutor en la iglesia de San
Florián de Cracovia, le dediqué una obra dramática llamada "El Hermano de
nuestro Dios", saldando así la gran deuda de gratitud que había contraído
con él.”
Karol Wojtyla/Juan Pablo
II: DON Y MISTERIO, Libreria Editrice Vaticana 2011
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