La Iglesia proclama la
Cuaresma. En virtud de su poder legislativo regula sus prescripciones. Pero
aquí no basta la regla sola. Es necesario que a cada corazón y
a cada conciencia llegue individualmente esta llamada, para
que prenda la levadura de la Cuaresma. Por eso se dirige hoy la Iglesia a cada
hombre en particular. No se limita a una disposición general, sino que se
acerca a cada uno con un gesto particular, con una palabra específica
recordados por la liturgia.
El gesto consiste en la
imposición de la ceniza en la frente. En cuanto a la palabra, que
explica el gesto, hay dos fórmulas. La primera, muy antigua, está tomada del
Libro del Génesis: "Polvo eres y en polvo te convertirás" (cf. Gén 3,
19); recuerda al hombre su caducidad del mismo modo que Isaías cuando dice:
"Toda carne es como hierba y toda su gloria como flor del campo que se
seca y se marchita" (cf. Is 40, 6-7). En cambio, la
segunda fórmula es de impronta evangélica: "Arrepentíos y creed en el
Evangelio" (Mc 1, 15); la ha sugerido la reforma
postconciliar reciente, y brinda al hombre una invitación y una propuesta
abriéndole la perspectiva de la fe y la conversión en su vida concreta.
(Juan Pablo II Homilia Miercoles de ceniza, 4 de marzo de
1981).
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