Los
santuarios marianos significan por «su origen», la memoria de un acontecimiento
que se presentó como extraordinario, que ha dado lugar a expresiones de devoción
y de piedad, y que ha determinado en el Pueblo de Dios la necesidad de
peregrinaciones periódicas.
Por la «vida sacramenta» que en ellos se desarrolla,
son lugares de gracia y de afianzamiento de la fe, metas de la esperanza humana
y cristiana, impulsos eficaces para el aumento de la caridad y para una
existencia marcada por el seguimiento de Cristo.
En los santuarios marianos la celebración de los
Sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia que alimentan la vida de la
gracia, tienen un relieve y una influencia singulares. La Eucaristía debe
manifestarse en ellos en toda su riqueza cristológica y pascual, su dimensión
eclesial y la presencia significativa y operante de María. También la
misericordia se comprende como una prerrogativa de María. Tal es la convicción
popular que atrae a toda clase de fieles hacia los santuarios marianos.
Las peregrinaciones, expresión típica de la devoción
mariana, es de desear que, más allá de las motivaciones inmediatas y
personales, impriman un sentido al camino de la existencia: un cambio en la
vida ordinaria de cada día para vivir una experiencia fuerte del misterio, el
camino de la conversión (a Dios) hacia la manifestación plena del Señor.
El santuario mariano es también el lugar para el
anuncio y la celebración del misterio de las vocaciones de la Iglesia. En el
secreto de su casa, María recibe el
anuncio del Ángel y da su consentimiento. Aquel «fiat» se convierte en modelo
de toda vocación en la Iglesia. La historia, la tradición, la experiencias
artísticas de cada santuario son un testimonio de cultura que refleja el
influjo mutuo entre el santuario y la vida de las poblaciones que le rodean.
Los santuarios, bajo este punto de vista, deben proponerse como servicio y constituir
una verdadera y propia «via pluchritudinis» para la contemplación de Dios y del
misterio de María.
Todo santuario mariano, en cuanto celebra la
presencia de María, su ejemplaridad y la intercesión de la Virgen del
Magnificat, es por sí mismo un hogar que irradia la luz y el calor de la
caridad. Por eso los santuarios marianos irradian y atestiguan el signo de la
mediación entre el amor de Dios y las necesidades del hombre, en el nombre · y
la intercesión de la Madre de la misericordia.
Los santuarios marianos, en fin, son lugares de
encuentro y de oración en decidido estilo de ecumenismo y de unión. La Madre de
Cristo no debiera ser ocasión de división y de discordia entre sus hermanos.
Las celebraciones de oración en común pueden crear importantes y fecundos momentos
de unidad. Hay formas litúrgicas que pertenecen al patrimonio común, que pueden
ser aceptadas por varias confesiones cristianas y que pueden convertirse,
especialmente en el santuario mariano, en la presencia de Santa María, la mujer
evangélica y orante, en punto de
encuentro de la oración comunitaria.
Si no funciona enlace googlear Teodoro Cardenal : Pautas abiertas por la Enciclica “Redemptoris Mater” para lacelebracion del año mariano.
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