Finalizando una conversación con el cardenal Wojtyla un día allá por los años ´70 el cardenal se refirió al destino de los polacos emigrados con estas palabras: «Es un gran mal desarraigar al hombre de su tierra natal ».
A los polacos dispersos por el mundo le diría mas tarde desde
Roma: «El desarraigo representa una enfermedad social peligrosa.» El desarraigo
de la patria constituye un drama espiritual del hombre. Es sobre este drama que
se lamenta el salmista:
“ Llorando
nos sentábamos junto a los ríos de Babilonia pensando en Sion.
En
los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras.
Allí
nuestros carceleros nos pedían cantos,
y
nuestros opresores, alegría:
«¡Canten
para nosotros un canto de Sión!».
¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor
en
tierra extranjera?
Si me olvidara de ti, Jerusalén,
que
se paralice mi mano derecha (Sal 136 1-5)
Los
políticos europeos desarraigan a los europeos de su patria. Ahora son hombres
políticos de Europa, pero no son políticos europeos.
Que cosa es entonces la patria?
Si alguien le hubiese preguntado a Juan Pablo II, cuando iba hacia Viena que era la patria? – hubiera respondido: “Es el lugar adonde descansar y morir del modo más agradable –
La patria es la herencia paterna, fruto del trabajo de los padres. Trabajando con ellos enriquecemos la humanidad que nos ha sido confiada. La logramos en las tradiciones de la morada paterna, íntimamente ligada con el nombre y el apellido que llevamos. Los políticos que condenan a los ciudadanos a emigrar espiritualmente de la patria, cometen un crimen espiritual contra la humanidad. Hanna Malewska,una gran figura moral y cultural en Polonia bajo la dominación de los comunistas escribió: «El hombre exilado pierde al mismo tiempo las ideas, la casa y la razón.»
Juan Pablo II nunca se sintió un exiliado, «porque estando fuera de mi patria, permanentemente en Roma y a veces fuera de Roma, estoy sin embargo muy cerca de mi patria» les decía a los polacos en Nigeria en su visita del 16 de febrero de 1982.
El no se sentía exiliado porque las raíces de su patria estaban enraizadas en la eternidad, presente en todo tiempo y en todo lugar.
Cuando yo pienso, cuando digo: Patria
Me estoy expresando a mi mismo, y me enraizo
Y el corazón me dice que ella es la frontera
oculta
Que va de mi hacia los otros hombres
Para abrazarlos a todos en un pasado
Mas antiguo que cada uno de nosotros…
Y de ese pasado – cuando yo pienso: Patria-
Emerjo para encerrarla en mí como un tesoro,
Y sin cesar me acucia el ansia
De cómo engrandecerla
De cómo ensanchar el espacio
Que mi patria habita
(Karol Wojtyla: “Cuando yo pienso en la Patria”)
(traducido de Stanislaw
Grygiel: Dialogando con Giovanni Paolo I,
Cantagalli, 2013)
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