Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 12 de enero de 2023

Benedicto XVI: Matrimonio y Familia en la historia de la salvación

 


La verdad del matrimonio y de la familia, que hunde sus raíces en la verdad del hombre, se ha hecho realidad en la historia de la salvación, en cuyo centro están las palabras “Dios ama a su pueblo”. En efecto, la revelación bíblica es, ante todo, expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres, por eso, la historia del amor y de la unión de un hombre y una mujer en la alianza del matrimonio pudo ser asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación.

 

El hecho inefable, el misterio del amor de Dios a los hombres, recibe su forma lingüística del vocabulario del matrimonio y de la familia, en positivo y en negativo: en efecto, el acercamiento de Dios a su pueblo se presenta con el lenguaje del amor esponsal, mientras que la infidelidad de Israel, su idolatría, se designa como adulterio y prostitución. En el Nuevo Testamento Dios radicaliza su amor hasta hacerse el mismo, en su Hijo, carne de nuestra carne, hombre verdadero. De este modo, la unión de Dios con el hombre asumió su forma suprema. Irreversible y definitiva. Y así se traza también para el amor humano su forma definitiva, el “si” reciproco, que no puede revocarse, no aliena al hombre, sino que lo libera e las alienaciones de la historia, para llevarlo de nuevo a la verdad de la creación.

 

El valor del sacramento que el matrimonio asume en Cristo significa, por tanto, que el don de la creación fue elevado a gracia de redención,. La gracia de Cristo no se añade desde fuera a la naturaleza del hombre, no le hace violencia sino que la libera y la restaura, precisamente al elevarla mas allá de sus propios límites.  Y del mismo modo que la encarnación del Hijo de Dios reela su verdadero significado en la cruz, asi el amor humano autentico es donación de si y no puede existir si quiere liberarse de la cruz.

 

Este vínculo profundo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios y el amor humano, encuentra confirmación también en algunas tendencias y desarrollos negativos cuyo peso sentimos todos. En efecto, el envilecimiento del amor humano, la supresión de la autentica capacidad de amar se revela, en nuestro tiempo, como el arma más adecuada y eficaz para separar a Dios del hombre, para alejar a Dios de la mirada y del corazón del hombre.

 

De forma análoga, la voluntad  de ”liberar” de Dios a la naturaleza lleva a perder de vista la realidad misma de la naturaleza, incluida la naturaleza del hombre, reduciéndola a un conjunto de funciones, de las que se puede disponer a capricho para construir un presunto mundo mejor y una presunta humanidad más feliz, en cambio, se destruye el plan del Creador y, en consecuencia, la verdad de nuestra naturaleza.

 

(BenedictoXVI Asamblea Eclesial de la diócesis de Roma sobre la “Familia yComuiadcristiana, 6 de junio 2005)

 

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