Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 25 de julio de 2023

Entrevista a Stanisław Grygiel – Włodzimierz Redzioch (2 de 2)

 




Filosofo, periodista, alumno de Karol Wojtyla en la universidad católica de Lublin, Stanislaw Grygiel reflexionaba sobre la figura de Juan Pablo II . Amigo personal del papa polaco y profesor de antropología filosófica en el Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, Grygiel fue uno de los pensadores contemporáneos más agudos.  Nacido en 1934 en Zembrzyce (Polonia) se licencio en filosofía en la Pontificia Facultad de Filosofía de la Compañía de Jesus en Cracovia (1956) y en filología en la Universidad Jaguellonica (1961). Obtuvo su doctorado en Filosofia cuatro años después, bajo la supervisión y dirección de su tesis por el que mas tarde seria el Papa Juan PabloII. Entre 1962 y 1980 fue editor del mensual católico Znak. Tambien fue cofundador y director de la publicación trimestral Il Nuovo Aeropago. Grygiel falleció el 20 de febrero de este año a los 88 años.

 

 


De qué modo la falta de libertad religiosa en la Polonia comunista influía en los métodos pastorales de la Iglesia?

 

Al negar a la Iglesia toda forma de actividad pública, el régimen comunista paradójicamente la había obligado a vivir en las relaciones puramente personales.  Nuestro« estar juntos» lo debíamos ocultar, pues la policía trataba de obstaculizarlo e incluso de destruirlo. También gracias a esto, en la semiclandestinidad, las relaciones de amistad, de confianza reciproca, al hacerse cada vez más fuertes, nos revelaban la belleza de la Iglesia, una belleza que nos hacia libres de todo aquello que solo se puede poseer.  Dios se sirve también de aquellos que lo niegan.

 

Usted conoció en Cracovia la noticia de la elección de «su arzobispo» a la cátedra de Pedro y siguió las primeros meses de pontificado en Polonia.  ¿Que impacto tuvo la elección de Karol Wojtyla sobre la vida de los católicos polacos?

 

Sólo puedo repetir cosas ya sabidas. La primera reacción de los polacos fue de alegría, pero al alegrarse se dieron cuenta de las nuevas posibilidades que esa noche se habían abierto a su patria, a su Iglesia. Comprendieron que desde entonces en adelante la Iglesia ya no debería realizar su trabajo pastoral en la semiclandestinidad. Los católicos se volvieron más valientes y audaces: un signo elocuente de este cambio fueron las manifestaciones populares por las calles de las ciudades del país, que sin que nadie hubiera pedido permiso, duraron toda la noche del 16 de octubre de 1978.  Recuerdo las discusiones de aquella noche ocn mis amigos: estábamos convencidos de que las fronteras de Polonia con Occidente  se abrirían y que antes o después también políticamente Polonia saldría del bloque comunista. Antes se pensaba que el comunismo iba a durar aun generaciones, al ver como los intelectuales y los políticos occidentales se dejaban seducir por las palabras y por el dinero de la policía secreta soviética. ¡Cuántas veces precisamente ellos habían intentado convencernos de que debíamos adecuarnos al comunismo! Fue la primera peregrinación del Papa a Polonia en 1979 la que despertó en los polacos la esperanza un poco adormecida a causa de más de cuarenta años de comunismo. En suma, durante sus primeros años de pontificado comenzó a vislumbrarse la aurora de los tiempos nuevos, y no solo para Polonia.

 

Juan Pablo II llevo consigo a Roma todo su bagaje de experiencias pastorales. ¿Podría explicarnos como influyo este en su gran compromiso en el campo de la pastoral de la familia de los jóvenes,  de los ambientes intelectuales y políticos?

 

En Roma el cardenal Karol Wojtyla siguió estando con los demás como en Cracovia. No cambio nada en su comportamiento. No se imponía a nadie y, por otra parte, no se encerraba en lo que yo llamaría «aislamiento pontificio». Por esto podía absorber la fe, la esperanza y el amor de todos los que Dios encomendaba a su trabajo pastoral y expresar luego estos dones con la fuerza propia de la fe, de la esperanza y del amor de Pedro. No pronunciaba condenas, simplemente confesaba la fe de la Iglesia, procurando que todos llegaran a madurar, y él con ellos. Para Juan Pablo II la libertad del hombre era algo sagrado, algo que el había vivido y, por tanto, algo que había visto en la tinieblas de la ocupación de Polonia, primero por parte de los alemanes y, luego, de los rusos. Mirando el futro de la Iglesia aprovechaba cualquier ocasión para encontrarse con los matrimonios y sus familias. Su decisión de fundar el Instituto pontificio para estudios sobre el matrimonio y la familia fue profética.  Los que se habían habituado al aislamiento de los Pontífices se quedaron incuso escandalizados al asistir al abatimiento de las barreras erigidas en otro tiempo como símbolo de la dignidad petrina.  Juan Pablo II escribió numerosos textos Pero no era la palabra escrita lo que el trababa de da a los demás en todo buscad que subida se convirtiera en palabra, como Dios mismo lo había pensado para los demás.  Creo que el trabajo pastoral con frecuencia ha quedado ahogado por demasiado papel: hacer pastoral quiere decir apacentar, o sea, estar con el rebaño. Cristo no escribió ni siquiera una sola línea. El es la carta pastoral viva que nos envió el Dios vivo. Es él, y no un texto cualquiera, quien permanece con nosotros. A los hombres vivos Dios les manda hombres vivos, No es Dios de muertos.

 

¿Por qué Juan Pablo II se comprometió tanto en la promoción de los movimientos laicales?

 

Porque veía a la Iglesia como un gran movimiento, como un movimiento primordial Ya en Polonia había podido conocer algunos movimientos. Venían a nosotros, a escondidas, desde Occidente, representantes de varios movimientos, en particular de Comunión y Liberacon, de Notre Dame de Vie y de los Focolares. El metropolita de Cracovia cultivaba intensas relaciones con ellos. Recuerdo en particular la figura del padre Francesco Ricci de Forli. Tres años después de su muerte Pablo II me dijo: yo rezo or el padre Francesco Ricci cada dia durante la misa. Para el cardenal Wojtyla toda parroquia debería ser movimiento. De lo contrario no sería una parroquia viva. Para el cualquier grupo de personas reunidas en la Eucaristía celebrada por el sacerdote era movimiento eclesial Sin la presencia de la Eucaristía los movimientos no serian más que partidos políticos.

 

Quienes tuvieron la suerte de ser huéspedes de Juan Pablo II notaban que en el apartamento del Papa se respiraba el aire de familia. El pontífice no solo se rodeaba de secretarios, religiosas y colaboradores, sino también de muchos viejos amigos que frecuentaban el apartamento pontificio a mendo con sus familiares Su familia era una de las que el Papa acogía. ¿Qué recuerda de esos encuentros?

 

La sencillez y la bondad del Papa. Los diálogos con el eran intercambios de dones, el nos donaba la presencia de su persona y nosotros, al recibirla, teníamos la sensación de haberle donado la nuestra. Esperaba a los demás, los buscaba. Era para los demás. Y era un hombre fiel. Precisamente gracias a esta fidelidad para con los demás, con su ayuda él aprendió la verdad de la alianza que por amor dos personas establecen para siempre. Con el mismo respeto ofrecía su tiempo a los adultos y a los niños. Una vez durante una cena con él, mi hijo, que tenía entonces ocho años, me daba puntapiés por debajo de la mesa para darme a entender que ya quería volver a casa. El Santo Padre se percató de ello y le pregunto: «¿Qué te parece a ti?».  Mi hijo, con sinceridad, respondió:  «Me estoy aburriendo. l Quisiera volver a casa». Y el Papa dijo: «Tienes razón. Yo te invite a mi casa y no me estoy ocupando de ti. Discúlpame.» Y desde ese momento hasta el fin de la velada se puso a jugar y a bromear con el. Para mí fue una lección sobre lo que significa vivir para los demás y ser su pastor.

 

¿Que echa de menos de Juan Pablo II?

 

Nada, salvo de vez en cuando su presencia física. Todo lo que era esencial y propio de su persona sigue presente. Su muerte no destruyó nada. Nuestro diálogo continúa. En el corazón de la Iglesia, es decir, en la Eucaristía, no hay muertos.


(Fuente: L´Osservatore romano, 1 de mayo 2011)


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