Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 7 de julio de 2023

Juan Pablo II – Polonia, Solidarnosc (Solidaridad) y el fin del comunismo - Stanislaw Dziwisz (1 de 2)

 


(Svidercoschi)

 Juan Pablo II quería regresar a Polonia a toda costa.  Sentía que era su deber ayudar a aquel pueblo a reencontrar, al menos, la fe en sí mismo, la fuerza para tener esperanza.

¿Pero podía ir a Polonia durante el estado de sitio? ¿No corría asi el riesgo de legitimarlo, aunque nada estuviera más lejos de su intención? En suma ¿Qué era mejor, estrechar la mano de aquella gente o negarse a hacerlo?

Al final, tras una larga reflexión, brotó la respuesta más natural: el Papa podía, perfectamente, ir a Polonia y, al mismo tiempo, mostrar claramente que no aceptaba aquella situación. Y fue una decisión justa, sabia, eficaz, porque de esa forma, sólo de esa, fue posible que se salvaran Lech Walesa y Solidaridad.

 

(Dziwisz)

Pero comencemos por el principio.

Intentaré contar cómo fue aquel viaje de junio de 1983, un viaje decisivo para le futuro de Polonia, en sus momentos más cruciales. Intentaré hacerlo, en parte, basándome en mis apuntes y en parte confiando en la memoria.

 

En esa época, Walesa no existía para los dirigentes comunistas. No lo llamaban ni siquiera por su nombre: cuando se referían a él, decían, simplemente, «el electricista». Precisamente por eso, el Papa dejó muy claro que visitaría Polonia con la condición de entrevistarse con Walesa. Pero el general Jaruzelski se oponía a ello frontalmente. Para superar el impase se llegó a un compromiso que no solo era muy precario, sino que estaba cargado de dudas, de omisiones, de detalles dejados en una nebulosa.

 

De hecho, cuando llegó a Polonia, el 16 de junio, el Santo Padre  descubrió que el encuentro no estaba en modo alguno asegurado, es más, existía el riesgo de que se anulase. Desconcertado, se desahogó con sus más estrechos colaboradores:«Si no puedo verlo, regreso a Roma». Alguien de su séquito manifestó su perplejidad. Él repuso: «Tengo que ser coherente de cara a los demás»

 

En cualquier caso, que su intención era la de apoyar a Solidaridad lo había dejado muy claro desde un principio, nada más descender del avión. Besó el suelo polaco (aunque a lo había hecho en su primera visita) y explicó que era como si besase a su propia madre, una madre que estaba sufriendo mucho una vez más.  Añadió que venía para todos, incluidos los que estaban en la cárcel. Luego en la catedral, donde está la tumba del cardenal Wyszynski, agradeció a la Providencia que le hubiese ahorrado al primado los dolorosos sucesos del 13 de diciembre de 1981. Esta frase, al día siguiente fue censurada en todos los periódicos.

 



El encuentro con el general Jaruzelski….En el discurso público, el Papa pidió expresamente que se respetasen los acuerdos de agosto de 1980, los que habían rubricado tanto el Gobierno como los sindicatos. En el coloquio privado, lo que le dijo al general, esencialmente, fue que podía incluso entender que hubiera decretado el estado de sitio, pero que jamás aprobaría la abolición de Solidaridad, el sindicato a través del cual se había expresado el alma polaca.

 

Ya de regreso, Juan Pablo II se detuvo en la iglesia de los Capuchinos donde se conserva el corazón de un gran soberano, Jan Sobieski. Y allí pudo hablar con diversos miembros de la oposición, sobre todo con intelectuales y artistas, así como con la madre de un joven que había sido asesinado por la policía.

 

Llegó el momento de acudir a Czestochowa; el aumento de la tensión se advirtió de inmediato. La policía se mantenía en estado de alerta, estaba preocupada por la masiva participación de los jóvenes. Pero, no obstante el encendido entusiasmo y no obstante la evidente intención de los jóvenes de trasformar el encuentro en una manifestación en contra  del régimen, el Santo Padre freno en seco toda forma se contestación. A pesar de que  su consigna - «Debéis permanecer vigilantes» - no se entendió precisamente como una frase retórica.

 

Al día siguiente, el domingo 19, estaba prevista la jornada mariana, con una misa y la coronación de cuatro imágenes de la Virgen, veneradas en otros tantos santuarios. Asistió una multitud ingente, dos millones de personas, y en la homilía Juan Pablo II dijo expresamente que Polonia debía ser un Estado soberano y que la soberanía se basa en la libertad de los ciudadanos.

 

A esa misma hora llegaron a Czestochowa algunos dirigentes del Politburó. Si ya se habían quedado profundamente turbados por las diversas intervenciones del Santo Padre ahora estaban doblemente preocupados ante lo que pudiera decir esa tarde en el «solemne llamamiento». Solicitaron tener un coloquio con monseñor Bronislaw Dabrowski, secretario del episcopado, y le dijeron con total claridad que el Papa tenía que cambiar el contenido de sus discursos.

 

Mons. Dabrowski se lo refirió al Pontífice y regreso junto a los representantes del Partido con la respuesta del Papa. La respuesta era que, si no podía decir lo que pensaba, si no podía pronunciar los discursos que había preparado en su propio país, en su patria, ¡estaba dispuesto a volverse a Roma!

 

Frente a la firmeza de Juan Pablo II, éstos no replicaron y regresaron a Varsovia para presentar su informe. Por su parte, el Santo Padre atenuó ligeramente el texto del «llamamiento», pero sólo en el tono, no en lo concerniente a los conceptos, a los argumentos. Pidió, entre otras cosas, que se tuviese el valor de retomar el diálogo social. Justo lo que Jaruzelski no quería hacer, según había repetido hasta el propio Papa.

 


Continuó la visita. En Poznan, el Pontífice pronunció por primera vez el nombre de Solidaridad. En Katowice afirmó que los obreros tenían derecho a contar con sindicatos libres. En Breslavia, que era preciso conservar cuanto había de positivo en Solidaridad, mientras tanto, los monaguillos se alzaban la túnica blanca para enseñar la camiseta con aquella inscripción que ya se había hecho famosa en el mundo entero.

(Stanislaw Dziwisz UNA VIDA CON KAROL, conversación con Gian Franco Svidercoschi, cap. 22, La Esfera de los Libros, Madrid, 2008)

Fotografias (con excepcion de la tapa del libro).

 

 

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