Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 13 de julio de 2023

Las »raíces« hebreas de Juan Pablo II – Stanislaw Dziwisz (1 de 2)

 


 

(de la conversacion con Gian Franco Svidercoschi - Una vida con Karol )

 

(Svidercoschi) Existe una extraordinaria continuidad entre el Wojtyla de los años polacos y el Wojtyla pontífice. Continuidad en la actuación, en los gestos, hasta en las palabras. Como si las experiencias vividas en su juventud, y luego como sacerdote y obispo, hubieran sido las «etapas» obligadas, necesarias, para prepararse para las responsabilidades del pontificado.

(Dziwisz) Pienso de hecho, que todo lo que Karol Wojtyla trajo consigo, la doctrina, la ciencia, el saber, la santidad, la forma de observar el mundo, y también sus mayores preocupaciones como obispo, la familia, los jóvenes, los derechos humanos, la ortodoxia doctrinal, la instrucción del clero, todo lo que aportó, su contribución, podríamos decir, como Papa, lo ha vivido y madurado en la dimensión de la universalidad, hasta transformarlo en ese algo profundamente nuevo que permitió que su pontificado estuviera caracterizado por el signo del cambio.

 

Pero de todas sus experiencias polacas hay probablemente una que, más que las otras, podrá ayudarnos a entender lo que ha hecho después, ya en la cátedra de San Pedro. El primer Papa que ha entrado en una sinagoga, que más se ha preocupado por «purificar» los conocimientos del catolicismo sobre el judaísmo, y que ha pronunciado palabras más duras contra el antisemitismo es el mismo Wojtyla que, ya desde niño, en Wadowice, su lugar natal, estaba acostumbrado a convivir diariamente con los judíos.

 

Wadowice  contaba entonces casi con diez mil habitantes, y un tercio lo componían los judíos, que se sentían totalmente polacos, grandes patriotas. Católicos y hebreos vivían en un clima de serenidad, sin conflictos.  Así, a través de una práctica cotidiana hecha de amistad, de estima y de tolerancia, Karol Wojtyla pudo conocer el judaísmo desde dentro. También en el plano religioso, espiritual.  Ya entonces había empezado a madurar en él la idea de que judíos y católicos estaban unidos por la consciencia de que rezan al mismo Dios.

 

 

El propietario del apartamento de los Wojtyla era judío. Karol tenia compañeros de clase judíos, como Zygmunt y Leopold. Jugaba a la pelota con amigos judíos, como Poldek, el músico, sin que notase diferencia alguan etnre ellos. Era judía su amiga del piso de arriba, Ginka, un poco mayor que el, y que lo aficiono al teatro. Y gabiua otra familia judía a la que Karol veía con frecuencia, los Kluger, sobre todo a Jerzy, al que había conocido en primero de primaria y que era uno de sus mejores amigos.

 

Karol y Jerzy, mejor dicho, Lolek y Jurek, como solían llamarse el uno al otro, estuvieron en la misma clase hasta que terminaron el instituto. En esa época solían ir mucho a sus respectivas casas, Jurek iba a casa de los Wojtyla  porque el padre de Lolek, el «Señor Capitan», le ayudaba a hacer los deberes.  Lolek iba a casa de Jurek a escuchar la radio o el cuarteto musical que dirigía el propio abogado Kluger, que también era el presidente de la comunidad judía local. Y luego estaba la abuela de Jurek, la señora Huppert,  que deba frecuentes paseos con el párroco, monseñor Prochownik, por la plaza principal, hasta que se sentaban en  un banco a hablar tan alto que Cwiek, el único policía del pueblo, tenía que quedarse allí de guardia para alejar a los curiosos que se paraban a escuchar.

Así era la vida cotidiana en Wadowice.

 

Hay un segundo aspecto que explica las «raíces hebreas», por asi decirlo, de este Papa.  Cuando estallo la Segunda Guerra Mundial, el vivió  de cerca, aunque fuera de forma indirecta, aquella tragedia espantosa: «la solución final», como fue llamado el plan destinado a que la raza judía desapareciera de Europa.

 

Karol se enteró después, cuando ya había terminado la guerra, de que muchos amigos suyos habían muerto en el frente y también en los campos de concentración nazis.  Supo que la Shoá, el exterminio del pueblo judío, se había consumado en su misma tierra, la tierra polaca. Y se quedo tan impresionado que siempre llevo dentro de sí el recuerdo de aquella terrible experiencia.

 

También parte de la familia Kluger fue aniquilada por la locura nazi. La madre de Jurek, su hermana de veinte años, Tesia, y la abuela desaparecieron en los campos de concentración. Jurek combatió en Italia en el ejército del general Anders; al terminar la guerra, se caso y se fue a vivir a Roma. Y allí, inesperadamente, se encontró un dia con su viejo amigo Lolek, que se había convertido en arzobispo de Cracovia.

 

Y fue una amistad que no se interrumpió jamás, ni siquiera después de que Wojtyla fuese elegido Papa. El Santo Padre lo invitaba con frecuencia, a él y a su familia, a comer o a cenar. Seguían hablándose de tu, como dos compañeros de escuela. El ingeniero Kluger trataba al Papa como si fuera uno más de su familia, y el Papa se sentía realmente uno de ellos. Bautizo a su nieta, bendijo el matrimonio de la joven, llego hasta a bautizar a la hija de ésta. Una amistad autentica! La amistad de toda una vida!

 

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