Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 22 de diciembre de 2023

La Navidad del Señor – búsqueda y encuentro

 

(Imagen de Wikipedia)

 (…) En la fiesta de Navidad leemos que los pastores de Belén fueron convocados los primeros al pesebre a ver al recién nacido: “Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre” (Lc 2, 16).

Detengámonos en ese “encontraron”. Esta palabra indica búsqueda. En efecto, los pastores de Belén, cuando se pusieron a descansar con su rebaño, no sabían que había llegado el tiempo en que iba a acontecer lo que habían anunciado desde hacía siglos los Profetas del pueblo al que ellos mismos pertenecían; y que iba a tener cumplimiento precisamente aquella noche; y que se realizaría en las proximidades del lugar donde se hallaban. Incluso después de despertarse del sueño en que estaban sumidos, no sabían ni qué había ocurrido ni dónde había ocurrido. Su llegada a la gruta de la Natividad era el resultado de una búsqueda. Pero al mismo tiempo habían sido llevados y conducidos —según leemos— por la voz y la luz. Y si nos remontamos más en el pasado, los vemos guiados por la tradición de su pueblo, por su espera. Sabemos que Israel habla recibido la promesa del Mesías.

Y he aquí que el Evangelio habla de los sencillos, los modestos, los pobres de Israel: de los pastores que fueron los primeros en encontrarle. Además, habla con toda sencillez, como si se tratara de un acontecimiento “exterior”; han buscado dónde podría estar y finalmente lo han encontrado. A la vez, este “encontraron” de Lucas, indica una dimensión interior, lo que se verificó en los hombres la noche de Navidad, en aquellos sencillos pastores de Belén: “Encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre”, y después “...se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho” (Lc 2, 16. 20).

 “Encontraron” indica “búsqueda”.

El hombre es un ser que busca. Toda su historia lo confirma. También la vida de cada uno de nosotros lo atestigua. Muchos son los campos en que el hombre busca e investiga y luego encuentra, y a veces, después de haber encontrado, comienza de nuevo a buscar. Entre todos estos campos en que el hombre se revela como un ser que busca, hay uno, el más profundo. Es el que entra más íntimamente en la humanidad misma del ser humano. Y es el más vinculado al sentido de toda la vida humana.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Varios son los senderos de esta búsqueda. Múltiples son las historias del alma humana precisamente en esos caminos. A veces las vías parecen muy sencillas y próximas. Otras veces son difíciles, complicadas, alejadas. Unas veces el hombre llega fácilmente a su “¡eureka!”, ¡he encontrado! Otras veces lucha con dificultades como si no pudiera penetrar en sí mismo ni en el mundo y, sobre todo, como si no pudiese comprender el mal que hay en el mundo. Es sabido que incluso en el contexto de la Navidad este mal ha hecho ver su rostro amenazador.

No son pocos los hombres que han descrito su búsqueda de Dios por los caminos de la propia vida. Son aún más numerosos los que callan considerando como su misterio más profundo y más íntimo todo lo que han vivido en esos caminos: lo que han experimentado, cómo han buscado, cómo han perdido la orientación y cómo la han encontrado de nuevo.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Y hasta después de haberlo encontrado, sigue buscándolo. Y si lo busca sinceramente, lo ha encontrado ya; como dice Jesús al hombre en un célebre paso de Pascal: “Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado” (B. Pascal, Pensées, 553: Le mystère de Jésus).

Esta es la verdad sobre el hombre.

No se la puede falsificar. Tampoco se la puede destruir. Se la debe dejar al hombre, porque lo define.

 (…)

(de la Audiencia Generalde Juan Pablo II del 27 de diciembre de 1978)




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