Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 28 de diciembre de 2023

Nieves Gomez Alvarez: El humanismo polaco de Karol Wojtyla (2 de 4) Adam Mickiewicz

 

(Imagen de Wikipedia)

Adam Mickiewicz (1789-1855), nacido justamente el año de la Revolución Francesa –y para los amantes de las paradojas poéticas, el 24 de diciembre–, fue el mayor representante del Romanticismo polaco y el máximo exponente de la Literatura polaca de su época5 . Tenía inicialmente vocación literaria, pero con el tiempo se convirtió además en un activista político, un hombre apasionado que anhelaba la independencia de Polonia. En su obra se encuentra una combinación peculiar de inicial admiración hacia la Ilustración francesa con un pleno espíritu romántico, aureolado por una humildad genuinamente religiosa. Realiza en sus obras una interpretación de la historia de su patria desde una perspectiva espiritual, lo cual implicaba una lectura redentora del sufrimiento recurrente en los destinos polacos. Su visión, literaria, pero también filosófica, no se limita solo a un nacionalismo más o menos ardoroso, sino que, en alguna de sus obras, como Los Antepasados III, se puede encontrar una interpretación escatológica de la historia de Polonia, a diferencia de la que tienen el resto de naciones. 

Desde el punto de vista de Mickiewicz, es justamente el sufrimiento colectivo asumido el que convierte a Polonia en una nación iluminadora, capaz de enseñar un camino más humano a las demás, que les enseñe las limitaciones del materialismo y la posibilidad de caminar hacia una libertad más completa. El aspecto filosófico más llamativo de Mickiewicz, que se trasluce en sus obras maduras, es que él se veía a sí mismo como un ilustrado cristiano, situación peculiar que le habría permitido hacer una interpretación en esta clave del triple lema de la Revolución Francesa. Desde su punto de vista, ha sido Cristo quien, encarnándose históricamente, habría libertado a los hombres, haciéndonos a todos iguales y hermanándonos entre sí. En otros fragmentos de sus obras se puede encontrar una mirada bastante crítica hacia los ilustrados franceses y hacia los postulados ilustrados sin más. Como botón de muestra, valgan los siguientes ejemplos de los Libros de la nación polaca y del peregrinaje polaco. Al hilo de su particular interpretación de la historia europea, dice acerca de la Ilustración francesa: “Mientras tanto, la idolatría se multiplicaba en Europa. Y al igual que antes, entre los paganos, se empezó por adorar a ídolos que representaban virtudes, después fueron diversos crímenes, más tarde hombres y bestias, y posteriormente árboles, piedras y diferentes figuras dibujadas, lo mismo acabó sucediendo en Europa.

 […]. Y hubo filósofos que alabaron todo aquello que los reyes habían inventado” . Al referirse a la tragedia de la historia polaca desde la perspectiva de la Pasión de Cristo, cada unade las naciones europeas será uno de los personajes de la historia sagrada. ¿Quién será Francia? “El Galo” desempeñará el papel del cobarde y acomodaticio Pilato, quien, ante el inocente ultrajado, rehúsa ejercer la autoridad moral que debería y prefiere quitarse el problema de encima con pretextos infantiles: “‘En verdad, no hallo culpa en esta nación; y mi esposa, Francia, mujer temerosa, está atormentada por malos sueños; mas prended a esta nación y torturadla’. Y se lavó las manos. Y un gobernante francés dijo: ‘No podemos rescatar a este inocente ni con nuestra sangre ni con nuestro dinero, porque mi sangre y mi dinero me pertenecen; y la sangre y el dinero de mi nación le pertenecen a ella”7 . Cuando miles de polacos tomaron camino del exilio y se instalaron en Francia, la respuesta de esta –además de no ayudar– fue la de promulgar durísimas leyes contra ellos, que implicaban el confinamiento de los polacos en determinadas ciudades sin tener libertad de movimientos y la pérdida del derecho a la protección de las leyes y autoridades civiles, quedando a disposición de la policía, como si fueran maleantes peligrosos. Lógicamente herido en su orgullo nacional por ello, Mickiewicz las integró en su obra desde una perspectiva espiritual, muy crítica frente a los que dicen defender ciertos ideales verbalmente, pero no lo traducen en la práctica cuando se trata de los mismos ideales para otros. Nótese que Mickiewicz personifica a Polonia con la libertad misma: “Y la libertad dirá a la segunda nación: ‘He aquí que estaba sumida en la angustia y en la penuria y te pedí, ¡oh, nación!, la protección de tu ley y tu ayuda; pero tú me arrojaste leyes’. Y la nación responderá: ‘Mi señora, ¿cuándo acudiste a mí? Y la libertad responderá: ‘Acudí a ti con el ropaje de estos peregrinos, pero tú me despreciaste; ve, pues, a la esclavitud, donde habrá el silbido del látigo ruso y el crujir de los ucases”. En otros pasajes, el escritor polaco es aún más directo, dirigiéndose directamente a una nación que decía tener grandes ideales, pero en esa magnífica ocasión había renunciado a ejercerlos y ganarse el respeto de Europa: “Gobernantes franceses y doctos hombres franceses: habláis de la libertad, pero servís al despotismo. Caeréis entre vuestro pueblo y el despotismo extranjero, así como lo hace una barra de frío hierro entre el martillo y el yunque. […] Y gritaréis al martillo, a vuestro pueblo: ‘Pueblo, perdona y detente, porque hablábamos de la libertad’. Pero el martillo dirá: ‘Decías una cosa y hacías otra distinta’. Y de nuevo caerá sobre la barra con fuerza renovada”8 . Si París se había convertido –al menos en el mundo de los deseos, que no en el de la práctica– en la patria de la defensa de la libertad, la igualdad y la fraternidad en 1789, Mickiewicz le advierte a aquella proféticamente: “Y no quedará piedra sobre piedra del gran edificio político europeo. Porque la capital de la libertad será trasladada” 9. Hay un aspecto más que merece la pena señalar de la innovadora obra del inquieto Mickiewicz, en cuanto al peso que ejercerá en el humanismo de Wojtyła, y es su visión un tanto filosófica de la capacidad literaria y antropológica del hombre: por ejemplo, en su obra Konrad Wallenrod, se trasluce la idea de que “el amor y la poesía eran capaces de superar los obstáculos y las discordias entre las naciones” 10. Sería interesante calibrar, ahora que tenemos cierta perspectiva, hasta qué punto Karol Wojtyła/ Juan Pablo II ha sido un digno heredero de los ideales humanistas de Mickiewicz, más aún cuando este auguraba que los sufrimientos redentores polacos eran la puerta para un futuro más esperanzador y no para resentimientos estériles. De hecho, la posición liderada eminentemente por este poeta-profeta se ha denominado como “mesianismo”, en el cual Polonia es contemplada como una nación elegida para defender la Cristiandad en los tiempos modernos, misión para la cual habría sido preparada por los numerosos sufrimientos históricos experimentados, que la habría alejado de toda soberbia colectiva. Polonia, con su desmembramiento, se asemejaba a un Cristo crucificado, aparentemente muerto, pero como Él, a punto de resucitar y de permanecer hasta el fin de la historia humana con los hombres mediante unapresencia espiritual. Pues según Mickiewicz, Polonia vive en el alma de todos los que la sufren y resucitará, librando de la esclavitud a todas las naciones oprimidas de Europa, de tal manera que cuando “resucitase” la nación polaca, cesarían las guerras en la cristiandad. El escritor polaco, desde esta perspectiva, miraba con ojos perspicaces hacia lo que había sido el Cristianismo históricamente –un liberador de la tiranía de Roma– y concluía que esa había sido la verdadera revolución, pues había permitido la libertad, mientras que otros sistemas europeos eran vistos como tiranías –sería el caso de Rusia–, o como sistemas condenables, como, por ejemplo, las democracias burguesas que practicaban el realismo político, sobre todo Francia, dedicándose a adorar a nuevos ídolos11. Desde su punto de vista, el Cristianismo era la verdadera revolución, pues permitía la irrupción de la iniciativa divina en la historia. No satisfecho con mirar hacia el pasado, el gran escritor profetizaba una segunda gran revolución, cuando en Polonia fuese posible vivir como una auténtica comunidad humana; en ese momento se extinguirían todos los conflictos entre los hombres. Como se ve, el gran legado intelectual de Mickiewicz a la cultura polaca sería su propia evolución personal, desde una inicial postura racionalista, en su época de juventud, a un mesianismo romántico propiamente polaco, ya pertrechado de amplios conocimientos literarios, históricos y artísticos, y de una mirada más madura y crítica, en la cual la experiencia propia de Polonia se convierte en la clave para su libertad futura.

Invito leer articulo completo

Más allá de la Ilustración francesa: El humanismo polaco de Karol Wojtyła (1ª Parte) Beyond the French Enlightenment: Karol Wojtyła’s Polish Humanism (Part 1) ––––– NIEVES GÓMEZ ÁLVAREZ


No hay comentarios: