SAN PABLO, APOSTOL
PATRON DE LA CIUDAD DE ROMA
Judío
de Tarso, en la actual Turquía, Saulo, ciudadano romano, culto, instruido en la
escuela judía de Jerusalén, tenía una buena formación greco-helenista, conocía
el griego y el latín. Hijo de un tejedor de tendales, había aprendido también
el arte manufacturero del padre. Como muchos judíos de esa época, tenía un
segundo nombre greco-latino: Pablo, elegido por una simple asonancia con su
propio nombre. Impetuoso, valeroso y audaz, tenía buena capacidad dialéctica.
Su personalidad emerge de los Hechos de los Apóstoles y de las 13 Cartas. No
conoce a Jesús y es entre los primeros en perseguir a los cristianos,
considerados como una secta peligrosa por derrotar. En las Escrituras es
mencionado por primera vez en la narración de la lapidación de Esteban – primer
mártir cristiano – en Jerusalén. Orgulloso sostenedor de la tradición judía,
Saulo “trataba de destruir la Iglesia: entraba en las casas, tomaba hombres y
mujeres y los metía a la cárcel” (Hech 8,3). Los discípulos lo temen y para
huir de la persecución algunos se dispersan en varias ciudades, entre las cuales
Damasco.
Por el camino a Damasco
Saulo
se hace autorizar por el sumo sacerdote a llevar a juicio a los fugitivos a
Jerusalén. “Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía
del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. Y cayendo en tierra, oyó
una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». El preguntó:
«¿Quién eres tú Señor?». «Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la
voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer»”
(Hech 9, 3-6). Fue acompañado a Damasco, donde por tres días, afectado por lo
sucedido, no tomó “ni alimentos ni bebidas”. Al tercer día se presentó a él un
tal Ananías al cual Dios, durante una visión, había pedido buscarlo y de
imponerle las manos para que recuperara la vista. “Él es el instrumento que he
escogido, para que lleve mi nombre ante las naciones, a los reyes y a los hijos
de Israel; y yo le mostrare cuanto debe sufrir por mi nombre”, le fue revelado
a Ananías. Pablo se hace bautizar, conoce la pequeña comunidad cristiana del
lugar, se presenta en la Sinagoga y testimonia cuanto le ha sucedido. Comienza
de aquí su apostolado. Se entretiene con los discípulos que se encuentran en
Damasco, inicia a predicar con entusiasmo y enseguida llega a Jerusalén. Aquí
conoce a Pedro y a los otros apóstoles que, después de una diferencia inicial,
lo acogen y le hablan ampliamente de Jesús. Pablo los escucha, aprende las
enseñanzas dejadas por el Maestro y fortalece su fe. Prosigue la predicación,
pero se confronta con la hostilidad de tantos judíos y la perplejidad de
diversos cristianos. Deja Jerusalén y regresa a Tarso, donde retoma el oficio
de tejedor de tendales y continúa a dedicarse a la evangelización. Algunos años
después Pablo, junto a Bernabé, entre los primeros judíos convertidos, llega a
Antioquia e instaura estrechas relaciones con la comunidad cristiana.
Los viajes apostólicos
Después
de una breve estadía en Jerusalén, desde Antioquía Pablo prosigue su misión
entre los judíos y sobre todo entre los paganos – llamados “gentiles” – para
otras metas. Tres son sus grandes viajes apostólicos. Durante el primero llega
a Chipre y a diversas ciudades de Galacia, funda varias comunidades, luego
regresa nuevamente a Antioquia y luego a Jerusalén, para discutir con los
apóstoles si los convertidos del paganismo debían respetar o no los preceptos
de la tradición judía. En el segundo viaje Pablo se dirige al sur de Galacia,
luego a Macedonia y a Grecia. Se detiene en Corinto por más de un año y luego
visita otras ciudades, entre las cuales Éfeso y Jerusalén, y se dirige
nuevamente a Antioquia. Desde aquí parte para su tercer viaje. Se queda tres
años en Éfeso, luego llega a Macedonia, Corinto y otras localidades, visita la
comunidad que lo había acogido precedentemente y finalmente regresa a
Jerusalén. Por motivo de las tensiones desarrolladas entre las comunidades que
había fundado y los judeocristianos acerca de la observancia de algunas normas
de la ley judía, se confronta con Santiago.
Hacia el martirio
Acusado
por los judíos de haber predicado contra ley y de haber introducido en el
templo un pagano convertido es arrestado, pero, bajo proceso, Pablo, en calidad
de ciudadano romano, se apela al emperador y es transferido a Roma. Luego llega
a estar en la cárcel en Cesarea y diversas etapas en otras ciudades. En Roma,
donde se encuentra también Pedro, entra en contacto con la comunidad cristiana.
Liberado por la falta de pruebas, luego, prosigue con su misión. Es arrestado
una vez más bajo Nerón; condenado a muerte por el tribunal romano, es
decapitado en la Via Ostiense, mientras Pedro, es crucificado en la colina
Vaticana. La tradición refiere que el martirio de Pedro y Pablo ha ocurrido el
mismo día: el 29 de junio del año 67. En sus tumbas surgen la Basílica de San
Pedro y la Basílica de San Pablo fuera de los Muros.
(Fuente:
Vatican News)
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