“Ya en las primeras frases de los Hechos de
los Apóstoles leemos que Jesús, después de su pasión y resurrección, "se
presentó a ellos vivo... con muchas pruebas evidentes, apareciéndoseles durante
cuarenta días y hablándoles del reino de Dios" (Act 1, 3). Entonces
anunció que, pasados no muchos días, serían "bautizados en el Espíritu
Santo" (Act 1, 5). Y antes de la separación definitiva, como observa el
autor de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas, pero ahora en su Evangelio,
les ordenó "...permanecer en la ciudad, hasta que seáis revestidos del
poder de lo alto" (Lc 24, 49). Por eso, los Apóstoles, después que Él los
dejó, subiendo al cielo, "volvieron a Jerusalén" (Lc 24, 52), donde
—como informan de nuevo los Hechos— "perseveraban unánimes en la oración
con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús" (Act 1, 14).
Ciertamente el lugar de esta oración común, recomendada explícitamente por el
Maestro, era el templo de Jerusalén, como leemos al final del Evangelio de San
Lucas (24, 53). Pero era también el Cenáculo, como se deduce de los Hechos de
los Apóstoles. El Señor Jesús les había dicho; "pero recibiréis el poder
del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el extremo de la tierra" (Act
1, 8).
Año
tras año, la Iglesia en su liturgia celebra la Ascensión del Señor cuarenta
días después de la Pascua. Año tras año, también ese período de diez días, que
van de la Ascensión a Pentecostés, transcurre en oración al Espíritu Santo. En
cierto sentido la Iglesia, año tras año se prepara al aniversario de su
nacimiento
.
Ella —como enseñan los Padres— nació en la cruz el Viernes Santo; pero
manifestó su nacimiento ante el mundo el día de Pentecostés, cuando los
Apóstoles fueron "revestidos del poder de lo alto" (Act 1, 5).
"Ubi enim Ecclesia, ibi et Spiritus Dei; et ibi Spiritus Dei, illic
Ecclesia at omnis gratia: Spiritus autem veritas" (Donde está la Iglesia,
allí está también el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí
está la Iglesia y toda gracia: el Espíritu es la verdad) (S. Ireneo, Adversus
haereses III, 24, 1: PG 7, 966).”
(imagen
de Wikipedia: El Greco Pentecostes)
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