Cuando
el Concilio Vaticano II se refiere a María, la Madre del Señor, ensalzada sobre
los ángeles y los hombres, afirma que es «justamente honrada por la Iglesia con
un culto especial. Y... desde los tiempos más antiguos la Santísima Virgen es
venerada con el título de Madre de Dios». Prosigue recordando que, a partir del
Concilio de Efeso, «ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo de Dios
hacia María en veneración y en amor, en invocación e imitación, de acuerdo con
las palabras proféticas: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mí maravillas el Todopoderoso (Lc 1, 48-49)» 1 . Juan Pablo
II, en su encíclica Redemptoris Mater, enseña
que la vida cristiana, que se manifiesta en donación y entrega a María como
respuesta confiada a su amor de Madre, es la dimensión mariana de un discípulo
de Cristo .
Con
esta expresión se manifiesta que esa entrega a la Virgen se hace presente de un
modo constante y permanente, como espiritualidad mariana, testimoniada en la
devoción y en el culto. Y es un signo de la piedad o relación filial que con
María le une. Cuando se quiere profundizar en el mejor conocimiento de lo que
es en verdad el culto mariano, es preciso recordar que constituye una forma de
veneración a la Virgen que proviene «de raíces profundas en la Palabra revelada
y de sólidos fundamentos dogmáticos»
Consecuencia
lógica de la verdadera fe de la Iglesia, el culto mariano se manifiesta a lo
largo del tiempo como devoción a María, la Madre del Señor y una de las
expresiones generalizadas del culto con que el pueblo creyente expresa a Dios
su gratitud y alabanza. De ese culto que la Iglesia tributa a la Virgen puede afirmarse,
al igual que de la devoción mariana, que se refiere siempre al Señor que en
María se hace presente como en «una Verónica viviente» que lo recuerda. Ya que
ella es «la imagen que reproduce a Cristo en el corazón humano y la refleja
haciéndola perceptible en la contemplación del corazón ».
Basado
en la enseñanza de la Sagrada Escritura, el culto mariano manifiesta y refleja
una forma de piedad y devoción a la Madre del Señor que ayuda a avanzar por el
«itinerario de la fe», siguiendo el ejemplo y los pasos de María. Las
enseñanzas del Vaticano II marcan las líneas precisas que ha de seguir el culto
mariano y de cuanto es y significa en la vida de la Iglesia. Cristo, que está
en ella siempre presente, asocia consigo de modo permanente a su Iglesia para
que Dios sea glorificado y santificados los hombres. Lo que realiza de un modo
particular, cuando en la acción litúrgica asocia consigo a su esposa la
Iglesia, que «invoca a su Señor y por Él tributa culto al Padre Eterno» 5 . En
este culto de la Iglesia, afirma el mismo Concilio en otro momento, María «es
justamente honrada con un culto especial» , que siempre ha existido y que justa y
merecidamente se llama cristiano.
«que el culto a
la bienaventurada Virgen María tiene su razón última en el designio insondable
y libre de Dios, el cual siendo caridad (1 Jn 4, 7-8), lleva a cabo todo según
un designio de amor: la amó, y obró en ella maravillas (Lc 1, 49); la amó por
sí mismo, la amó por nosotros; se la dio a sí mismo y la dio a nosotros» .
La
palabra culto, por otra parte, expresa la forma en que se manifiesta la virtud
de la religión, por la que el hombre testimonia y reconoce la grandeza de Dios,
su dominio y soberanía sobre todo cuanto existe, y la relación personal que une
con Él al mismo hombre. Dicho reconocimiento, interior, vital por parte de la
persona humana también se proyecta externamente mediante signos y palabras que
están relacionados íntimamente con la diversidad de culturas en las que cada
pueblo se expresa y que forman parte y constituyen una de sus peculiaridades
distintivas.
(TEXTOCOMPLETO) Si
no funciona buscarlo como texto: :
EL
CULTO A LA VIRGEN, SANTA MARÍA - Gaspar
Calvo Moralejo, O.F.M. y abre el enlace al pdf.
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