Del Capitulo IV de la Enciclica
“Sollicitudo Rei Socialis” de Juan Pablo II
(Recurso de meditación para Cuaresma)
“…. Pero al mismo
tiempo ha entrado en crisis la misma concepción « económica » o « economicista
» vinculada a la palabra desarrollo. En efecto, hoy se comprende mejor que la
mera acumulación de bienes y servicios, incluso en favor de una mayoría, no
basta para proporcionar la felicidad humana. Ni, por consiguiente, la
disponibilidad de múltiples beneficios reales, aportados en los tiempos
recientes por la ciencia y la técnica, incluida la informática, traen consigo
la liberación de cualquier forma de esclavitud. Al contrario, la experiencia de
los últimos años demuestra que si toda esta considerable masa de recursos y
potencialidades, puestas a disposición del hombre, no es regida por un objetivo
moral y por una orientación que vaya dirigida al verdadero bien del género
humano, se vuelve fácilmente contra él para oprimirlo
[…]
junto a las miserias del subdesarrollo, que son intolerables, nos encontramos
con una especie de superdesarrollo, igualmente inaceptable porque, como el
primero, es contrario al bien y a la felicidad auténtica. En efecto, este
superdesarrollo, consistente en la excesiva disponibilidad de toda clase de
bienes materiales para algunas categorías sociales, fácilmente hace a los
hombres esclavos de la « posesión » y del goce inmediato, sin otro horizonte
que la multiplicación o la continua sustitución de los objetos que se poseen
por otros todavía más perfectos. Es la llamada civilización del « consumo » o
consumismo, que comporta tantos « desechos » o « basuras ». Un objeto poseído,
y ya superado por otro más perfecto, es descartado simplemente, sin tener en
cuenta su posible valor permanente para uno mismo o para otro ser humano más
pobre.
Todos
somos testigos de los tristes efectos de esta ciega sumisión al mero consumo:
en primer término, una forma de materialismo craso, y al mismo tiempo una
radical insatisfacción, porque se comprende rápidamente que, —si no se está
prevenido contra la inundación de mensajes publicitarios y la oferta incesante
y tentadora de productos— cuanto más se posee más se desea, mientras las
aspiraciones más profundas quedan sin satisfacer, y quizás incluso sofocadas.
La
Encíclica del Papa Pablo VI señalaba esta diferencia, hoy tan frecuentemente
acentuada, entre el « tener » y el « ser », 51 que el Concilio Vaticano II había
expresado con palabras precisas.52 « Tener » objetos y bienes no
perfecciona de por sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y
enriquecimiento de su « ser », es decir, a la realización de la vocación humana
como tal.
Ciertamente,
la diferencia entre « ser » y « tener », y el peligro inherente a una mera
multiplicación o sustitución de cosas poseídas respecto al valor del « ser »,
no debe transformarse necesariamente en una antinomia. Una de las mayores
injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son
relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada.
Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados
originariamente a todos.
Este
es pues el cuadro: están aquéllos —los pocos que poseen mucho— que no llegan
verdaderamente a « ser », porque, por una inversión de la jerarquía de los
valores, se encuentran impedidos por el culto del « tener »; y están los otros
–
—los
muchos que poseen poco o nada— los cuales no consiguen realizar su vocación
humana fundamental al carecer de los bienes indispensables.
El
mal no consiste en el « tener » como tal, sino en el poseer que no respeta la
calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen. Calidad y
jerarquía que derivan de la subordinación de los bienes y de su disponibilidad
al « ser » del hombre y a su verdadera vocación.
Con
esto se demuestra que si el desarrollo tiene una necesaria dimensión económica,
puesto que debe procurar al mayor número posible de habitantes del mundo la
disponibilidad de bienes indispensables para, « ser », sin embargo no se agota
con esta dimensión. En cambio, si se
limita a ésta, el desarrollo se vuelve contra aquellos mismos a quienes se
desea beneficiar.
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