13 de mayo de 1981, radiocrónica de lo
inaudito
Hace cuarenta años, en la Plaza de San Pedro,
Benedetto Nardacci, la histórica voz de Radio Vaticano, seguía en directo la
audiencia general cuando la pistola de Ali Agca convirtió la fiesta de Juan
Pablo II con la gente en un drama. A pesar de la conmoción, en la historia de
la emisora papal queda la excepcional claridad de su relato, que reproducimos
en los pasajes más destacados en un vídeo fotográfico.
Son
poco más de las 17:17 en la Plaza de San Pedro y una voz atónita intenta
controlar una maraña de emociones para describir en directo la locura de un
mundo dado vuelta. Un hombre ha llegado a la Plaza de San Pedro para matar al
Papa. Disparos, disonancia brutal en una algarabía festiva, y la sólida figura
de Juan Pablo II se desploma hacia atrás, sangrando, en los brazos de su
secretario.
El
cronista de Radio Vaticano lo ha visto y no puede creer lo que ven sus ojos.
Está profundamente conmovido como cualquiera en la Plaza de San Pedro en
aquella dramática tarde del 13 de mayo de 1981. Sentado frente a su micrófono,
Benedetto Nardacci -una de las mejores y más solicitadas voces de Radio
Vaticano, donde trabaja desde 1956- trata de dar sentido a los absurdos
fotogramas que se han grabado en su memoria: el Pontífice tambaleándose y
cayendo, el vaivén de la multitud en las inmediaciones del crimen, la
excitación del servicio de seguridad, la prisa febril, los gritos en torno al
jeep blanco que pasa volando por el Arco de las Campanas y, poco después, el
efecto Doppler de la sirena de una ambulancia que se pierde en la desesperación
entre el ruido del tráfico de Roma... la parálisis, rota por los sollozos, de
30 mil personas atónitas.
Sin
embargo, las palabras que Nardacci consigue articular en esos segundos son de
manual. En la lucha entre la ansiedad que lo invade y el deber de dar cuenta de
lo inconcebible, es este último, con dificultad, el que se impone. Al
principio, son sus reflejos de periodista los que hablan ("Nosotros [...]
intentaremos conseguir noticias y dejamos abierto el canal, o mejor dicho,
preguntamos a la sala de control si el canal debe permanecer abierto o no. Yo
abandono mi puesto un momento y buscaré noticias, voy a intentar averiguar qué
ha pasado..."). Ya aquí, el hilo de la narración corre el riesgo de
romperse: la enormidad de lo sucedido emerge y por unos momentos parece abrumar
incluso a un maestro del micrófono. ("Mi tarea era sólo informar sobre una
audiencia general, una de las muchas y afectuosas audiencias generales
concedidas por Juan Pablo II...").
(Invito leer el impresionante detalle completo en Vatican News)
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