En su audiencia general del 16 de octubre 2002 el Papa Juan Pablo II recordaba “su reciente” (y ultimo) viaje a Polonia y las palabras con las cuales se había dirigido a la Virgen Maria en su Homilía en el querido Santuario de Kalwaria Zebrzydowska::
"Madre
santísima, (...) obtén también para mí las fuerzas del cuerpo y del espíritu,
para que pueda cumplir hasta el fin la misión que me ha encomendado el
Resucitado. En ti pongo todos los frutos de mi vida y de mi ministerio; a ti
encomiendo el destino de la Iglesia; (...) en ti confío y te declaro una vez
más: Totus tuus, Maria! Totus tuus! Amén" y volvia a repetirlas “dando gracias a Dios
por los veinticuatro años de mi servicio a la Iglesia en la sede de Pedro. En
este particular día, pongo de nuevo en manos de la Madre de Dios la vida de la
Iglesia así como la vida, tan agitada, de la humanidad. A ella le encomiendo
también mi futuro. Lo pongo todo en sus manos, a fin de que con amor de madre
lo presente a su Hijo, "para alabanza de su gloria" (Ef 1,
12)” para proseguir reiterando: “El centro de nuestra fe es Cristo, Redentor del
hombre. María no lo eclipsa, ni eclipsa su obra salvífica. La Virgen, elevada
al cielo en cuerpo y alma, la primera que gustó los frutos de la pasión y la
resurrección de su Hijo, es quien nos conduce del modo más seguro a Cristo, el
fin último de nuestro obrar y de toda nuestra existencia. Por eso, al dirigir a
la Iglesia entera, en la carta apostólica Novo millennio ineunte, la exhortación de Cristo a "remar mar adentro",
añadí que "en este camino nos acompaña la santísima Virgen, a la que (...)
junto con muchos obispos (...) consagré el tercer milenio" (n. 58). E,
invitando a los creyentes a contemplar sin cesar el rostro de Cristo, expresé
mi vivo deseo de que María, su Madre, sea para todos maestra de esa
contemplación.”
Luego
anunciaba la próxima Carta apostolica Rosarium Virginis Mariae. Sobre el Santo
Rosario y proclamaba el “Año del Rosario
2002 2003. Era el vigésimo quinto anivrsario
de su pontificado y se celebraba el 120° aniversario de la encíclica Supremi
apostolatus officio, del Papa Leon XIII quien “comenzó la
publicación de una serie de documentos dedicados precisamente al Rosario.” Y agregaba
“Hay, asimismo, otra razón: en la
historia de los grandes jubileos existía la buena costumbre de que, después del
Año jubilar dedicado a Cristo y a la obra de la Redención, se convocaba uno en
honor de María, para implorar de ella la ayuda con el fin de hacer que
fructificaran las gracias recibidas.”
Para la exigente, pero extraordinariamente
rica, tarea de contemplar el rostro de Cristo juntamente con María, ¿hay un
instrumento mejor que la oración del Rosario? Con todo, debemos redescubrir la
profundidad mística que entraña esta oración sencilla, tan querida para la
tradición popular. En efecto, esta plegaria mariana en su estructura es sobre
todo meditación de los misterios de la vida y de la obra de Cristo. Al repetir
la invocación del "Ave María", podemos profundizar en los
acontecimientos esenciales de la misión del Hijo de Dios en la tierra, que nos
han transmitido el Evangelio y la Tradición. Para que esa síntesis del
Evangelio sea más completa y ofrezca mayor inspiración, en la carta
apostólica Rosarium Virginis Mariae he propuesto
añadir otros cinco misterios a los actualmente contemplados en el Rosario, y
los he llamado "misterios de la luz". Comprenden la vida publica del
Salvador, desde el bautismo en el Jordán hasta el inicio de la Pasión. Esta
sugerencia tiene como finalidad ampliar el horizonte del Rosario, para que
quien lo reza con devoción y no mecánicamente pueda penetrar aún más a fondo en
el contenido de la buena nueva y conformar cada vez más su vida a la de Cristo.”
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