Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 6 de mayo de 2021

María, Reina del Santo Rosario

 


En su audiencia general del 16 de octubre 2002 el Papa Juan Pablo II recordaba “su reciente” (y ultimo) viaje a Polonia y las palabras con las cuales se había dirigido a la Virgen Maria en su Homilía  en el querido Santuario de Kalwaria Zebrzydowska:: 

"Madre santísima, (...) obtén también para mí las fuerzas del cuerpo y del espíritu, para que pueda cumplir hasta el fin la misión que me ha encomendado el Resucitado. En ti pongo todos los frutos de mi vida y de mi ministerio; a ti encomiendo el destino de la Iglesia; (...) en ti confío y te declaro una vez más:  Totus tuus, Maria! Totus tuus! Amén"  y volvia a repetirlas “dando gracias a Dios por los veinticuatro años de mi servicio a la Iglesia en la sede de Pedro. En este particular día, pongo de nuevo en manos de la Madre de Dios la vida de la Iglesia así como la vida, tan agitada, de la humanidad. A ella le encomiendo también mi futuro. Lo pongo todo en sus manos, a fin de que con amor de madre lo presente a su Hijo, "para alabanza de su gloria" (Ef 1, 12)” para proseguir reiterando:  El centro de nuestra fe es Cristo, Redentor del hombre. María no lo eclipsa, ni eclipsa su obra salvífica. La Virgen, elevada al cielo en cuerpo y alma, la primera que gustó los frutos de la pasión y la resurrección de su Hijo, es quien nos conduce del modo más seguro a Cristo, el fin último de nuestro obrar y de toda nuestra existencia. Por eso, al dirigir a la Iglesia entera, en la carta apostólica Novo millennio ineuntela exhortación de Cristo a "remar mar adentro", añadí que "en este camino nos acompaña la santísima Virgen, a la que (...) junto con muchos obispos (...) consagré el tercer milenio" (n. 58). E, invitando a los creyentes a contemplar sin cesar el rostro de Cristo, expresé mi vivo deseo de que María, su Madre, sea para todos maestra de esa contemplación.”

Luego anunciaba la próxima Carta apostolica Rosarium Virginis Mariae. Sobre el Santo Rosario  y proclamaba el “Año del Rosario 2002 2003. Era el vigésimo quinto anivrsario de su  pontificado y se celebraba el  120° aniversario de la encíclica Supremi apostolatus officio,  del Papa Leon XIII quien “comenzó la publicación de una serie de documentos dedicados precisamente al Rosario.”  Y agregaba

 “Hay, asimismo, otra razón:  en la historia de los grandes jubileos existía la buena costumbre de que, después del Año jubilar dedicado a Cristo y a la obra de la Redención, se convocaba uno en honor de María, para implorar de ella la ayuda con el fin de hacer que fructificaran las gracias recibidas.”

 Para la exigente, pero extraordinariamente rica, tarea de contemplar el rostro de Cristo juntamente con María, ¿hay un instrumento mejor que la oración del Rosario? Con todo, debemos redescubrir la profundidad mística que entraña esta oración sencilla, tan querida para la tradición popular. En efecto, esta plegaria mariana en su estructura es sobre todo meditación de los misterios de la vida y de la obra de Cristo. Al repetir la invocación del "Ave María", podemos profundizar en los acontecimientos esenciales de la misión del Hijo de Dios en la tierra, que nos han transmitido el Evangelio y la Tradición. Para que esa síntesis del Evangelio sea más completa y ofrezca mayor inspiración, en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae he propuesto añadir otros cinco misterios a los actualmente contemplados en el Rosario, y los he llamado "misterios de la luz". Comprenden la vida publica del Salvador, desde el bautismo en el Jordán hasta el inicio de la Pasión. Esta sugerencia tiene como finalidad ampliar el horizonte del Rosario, para que quien lo reza con devoción y no mecánicamente pueda penetrar aún más a fondo en el contenido de la buena nueva y conformar cada vez más su vida a la de Cristo.”

No hay comentarios: