El Señor te conceda la
paz a ti, pueblo ucraniano, que, una vez recuperada finalmente la
libertad, con empeño tenaz y concorde has comenzado una obra de
redescubrimiento de tus raíces más auténticas y estás recorriendo un
laborioso camino de reformas, para dar a todos la posibilidad de vivir y
expresar su fe, su cultura y sus convicciones en un marco de libertad y
justicia.
Aunque sean aún dolorosas las cicatrices
de las enormes heridas sufridas en los interminables años de opresión,
dictadura y totalitarismo, durante los cuales se negaron y pisotearon los
derechos del pueblo, mira con confianza al futuro. Este
es el tiempo propicio. Este es el tiempo de la esperanza y la audacia.
Mi deseo es que Ucrania se inserte plenamente en
una Europa que abarque todo el continente, desde el Atlántico hasta los Urales.
Como dije a fines de 1989, año tan importante para la historia reciente del
continente, no podrá existir "una Europa pacífica e irradiadora de
civilización sin esta ósmosis y esta participación de valores diferentes pero
complementarios" (Discurso a la Curia romana, 22 de diciembre de
1989, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española,
7 de enero de 1990, p. 6), que son típicos de los pueblos del Este y del Oeste.
En este importante cambio de época, la Iglesia,
consciente de su misión, seguirá exhortando a sus fieles a cooperar activamente
con el Estado en la promoción del bien común. En efecto, existe una caridad
social que se traduce en "servicio a la cultura, a la política, a la economía
y a la familia, para que en todas partes se respeten los principios
fundamentales de los que depende el destino del ser humano y el futuro de
la civilización" (Novo millennio ineunte, 51).
(…)
La unidad y la concordia constituyen
el secreto de la paz y la condición de un progreso social verdadero y estable.
Gracias a esta sinergia de intenciones y acciones, Ucrania, patria
de fe y de diálogo, podrá ver reconocida su dignidad en el concierto de la
naciones.
Me vuelve a la memoria la advertencia solemne de
vuestro gran poeta Taras Shevchenko: "Solamente en tu casa
encontrarás la verdad, la fuerza y la libertad". Ucranios, en la
tierra fecunda de vuestras tradiciones están las raíces de
vuestro futuro. Juntos podéis construirlo; juntos podéis afrontar los
desafíos del momento actual, animados por los ideales comunes que constituyen
el patrimonio imborrable de vuestra historia pasada y reciente. La misión es
común; por eso, también ha de ser común el compromiso asumido por todo el
pueblo ucraniano.
Te renuevo, tierra de Ucrania, mi deseo
de prosperidad y de paz. Dejas en mi corazón recuerdos inolvidables. Hasta
la vista, pueblo amigo, que estrecho en un abrazo de aprecio y afecto…Hasta la
vista, Ucrania. Hago mías las palabras de tu mayor poeta e imploro de
"Dios fuerte y justo" toda bendición para los hijos de tu tierra,
"cien veces ensangrentada, un tiempo tierra gloriosa… Dios te proteja
siempre, "oh santa, santa patria mía".
VIAJE APOSTÓLICO A UCRANIA
(23-27 DE JUNIO DE 2001)
(Juan Pablo II Ceremoniade despedida en el Aeropuerto Internacional de Lvov 27 de junio de 2001)
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