Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 25 de marzo de 2022

Consagración de Rusia y Ucrania este 25 de marzo de 2022 (3 de 4)

 


(tomado de FB del padre Sebastián Zagari, párroco Parroquia San Roque, San Pedro, PBA  - CAMINO A LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA Y UCRANIA DE ESTE 25 DE MARZO)

7/6/1981: Después del atentado contra su vida, que tuvo lugar el 13 de mayo de 1981 y frente al cual afirmó que "una mano materna guió la trayectoria de la bala y el Papa moribundo se detuvo en el umbral de la muerte", San Juan Pablo II compuso él mismo la oración de consagración del mundo que fue leída el día de Pentecostés de ese año.

13/5/1982: Al visitar por primera vez el Santuario de Fátima para dar gracias a la Virgen, renovó la consagración del mundo a su Inmaculado Corazón: "Vengo aquí hoy, porque precisamente este día del año pasado, en la Plaza de San Pedro en Roma, sucedió el atentado contra la vida del Papa, coincidiendo misteriosamente con el aniversario de la primera aparición en Fátima... Consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María, significa aproximarnos, mediante la intercesión de la Madre, de la propia Fuente de Vida, nacida en el Gólgota. Este Manantial brota ininterrumpidamente, saliendo de él la redención y la gracia. En él se realiza continuamente la reparación por los pecados del mundo...".

En el Ángelus del 16 de octubre de 1983 el Papa San Juan Pablo II, luego de haber pedido a todos los obispos del mundo que se unieran a él, en la clausura del Jubileo de la Redención, consagra solemnemente todo el mundo al Inmaculado Corazón de María. 

"...Oh Madre de los hombres y de los pueblos, tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito, que, movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón; abraza con amor de Madre y de Sierva del Señor, este mundo humano nuestro, que te confiamos y consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos. De modo especial te confiamos y consagramos aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad particular de esta entrega y de esta consagración... El poder de esta consagración dura por siempre, abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera todo el mal que el Espíritu de las tinieblas es capaz de sembrar en el corazón del hombre y en su historia; y que, de hecho, ha sembrado en nuestro tiempo... Madre de la Iglesia: ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración y nuestro ofrecimiento...."


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