…. Saludo a un pueblo que
ha experimentado el sufrimiento y la opresión, manteniendo un amor a la
libertad que nadie ha logrado doblegar jamás.
He venido a vosotros como peregrino de
paz, impulsado únicamente por el deseo de testimoniar que Cristo es
"el camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6). He venido
para rendir homenaje a los sagrarios de vuestra historia y para invocar
juntamente con vosotros la protección divina sobre vuestro futuro.
Te saludo con alegría, maravillosa
ciudad de Kiev, que te extiendes por los márgenes del río Dniéper, cuna de
los antiguos eslavos y de la cultura ucraniana, profundamente impregnada de
fermentos cristianos. En el suelo de tu tierra, encrucijada entre el Occidente
y el Oriente de Europa, se han encontrado las dos grandes tradiciones
cristianas, la bizantina y la latina, hallando ambas una acogida favorable. No
han faltado entre ellas, a lo largo de los siglos, tensiones que han llevado a
enfrentamientos perjudiciales para ambas. Sin embargo, hoy se abre camino la
disponibilidad al perdón mutuo. Es preciso superar barreras y desconfianzas
para construir juntos un país armonioso y pacífico, acudiendo, como en el
pasado, a las fuentes límpidas de la fe cristiana común.
Sí, amadísimos ucranios, ha sido el cristianismo
el que ha inspirado a vuestros más grandes hombres de cultura y de arte, y ha
regado abundantemente las raíces morales, espirituales y sociales de vuestro
país. Me complace recordar aquí lo que escribió un compatriota vuestro, el
filósofo Hryhorij Skovoroda: "Todo pasa, pero el amor es lo que
permanece al final de todo. Todo pasa, excepto Dios y el amor". Solamente
una persona profundamente impregnada de espíritu cristiano pudo tener esa intuición.
En sus palabras se reconoce el eco de la primera carta de san Juan:
"Dios es amor. Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en
él" (1 Jn 4, 16).
En toda Europa la palabra del Evangelio ha
echado profundas raíces, produciendo, a lo largo de los siglos, frutos
maravillosos de civilización, cultura y santidad. Por desgracia, las opciones
de los pueblos del continente no siempre han sido coherentes con los valores de
las respectivas tradiciones cristianas, y así la historia ha debido registrar
acontecimientos tristísimos de atropellos, devastaciones y lutos
Los ancianos de vuestro pueblo recuerdan con
nostalgia el tiempo en que Ucrania era independiente. A aquel
período, más bien breve, siguieron los años terribles de la dictadura
soviética y la durísima carestía de los primeros años de la década de
1930, cuando vuestro país, "granero de Europa", ya no lograba
alimentar a sus propios hijos, que morían a millones. Y no podemos olvidar a
los innumerables compatriotas vuestros que murieron durante la guerra de
1941-1945 contra la invasión nazi. Lamentablemente, la liberación del nazismo
no constituyó también la liberación del régimen comunista, que siguió
pisoteando los derechos humanos más elementales, deportando a ciudadanos
inermes, encarcelando a los disidentes, persiguiendo a los creyentes, e incluso
tratando de borrar de la conciencia del pueblo la idea misma de libertad e
independencia. Por suerte, el gran cambio histórico de 1989 permitió a Ucrania
reconquistar finalmente su libertad y plena soberanía.
Vuestro pueblo logró esa ansiada meta de
modo pacífico e incruento y ahora está comprometido con tenacidad en
una obra de valiente reconstrucción social y espiritual. La comunidad
internacional no puede por menos de apreciar los éxitos obtenidos al consolidar
la paz y resolver las tensiones regionales teniendo en cuenta las
características locales.
Yo mismo os exhorto a perseverar en el esfuerzo
necesario para superar las dificultades que quedan, asegurando el pleno respeto
de los derechos de las minorías nacionales y religiosas. Con una política de
sabia tolerancia el pueblo ucraniano se granjeará consideración y
simpatía, y así se asegurará un lugar particular en la familia de los
pueblos europeos.
Como Pastor de la Iglesia católica, quiero subrayar
con sincero aprecio el hecho de que en el preámbulo de la Constitución de
Ucrania se recuerda a los ciudadanos "la responsabilidad ante Dios".
En esta perspectiva se situaba seguramente vuestro compatriota Hryhorij
Skovoroda, cuando invitaba a sus contemporáneos a proponerse siempre como
compromiso prioritario "comprender al hombre", buscando para él los
caminos que pudieran permitirle salir definitivamente de los callejones de la
intransigencia y el odio.
Los valores del Evangelio, que forman parte de
vuestra identidad nacional, os ayudarán a construir una sociedad
abierta y solidaria, en la que cada uno pueda dar su aportación específica
al bien común, encontrando al mismo tiempo un apoyo conveniente para
desarrollar lo mejor posible sus propias cualidades.
Es un llamamiento que dirijo sobre todo a
los jóvenes para que, siguiendo las huellas de quienes han dado la
vida por elevados ideales humanos, civiles y religiosos, conserven inalterado
este patrimonio de civilización.
VIAJE APOSTÓLICO A UCRANIA
(23-27 DE JUNIO DE 2001)
Del Discurso del Santo Padre Juan
Pablo II en su Encuentro con políticos, intelectuales y empresarios en el Palacio Presidencial “Mariyinskyi”, Kiev
Sábado 23 de junio de 2001
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