Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 1 de marzo de 2022

Juan Pablo II a Ucrania: He venido como Peregrino de paz

 


…. Saludo a un pueblo que ha experimentado el sufrimiento y la opresión, manteniendo un amor a la libertad que nadie ha logrado doblegar jamás.

He venido a vosotros como peregrino de paz, impulsado únicamente por el deseo de testimoniar que Cristo es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6). He venido para rendir homenaje a los sagrarios de vuestra historia y para invocar juntamente con vosotros la protección divina sobre vuestro futuro.

Te saludo con alegría, maravillosa ciudad de Kiev, que te extiendes por los márgenes del río Dniéper, cuna de los antiguos eslavos y de la cultura ucraniana, profundamente impregnada de fermentos cristianos. En el suelo de tu tierra, encrucijada entre el Occidente y el Oriente de Europa, se han encontrado las dos grandes tradiciones cristianas, la bizantina y la latina, hallando ambas una acogida favorable. No han faltado entre ellas, a lo largo de los siglos, tensiones que han llevado a enfrentamientos perjudiciales para ambas. Sin embargo, hoy se abre camino la disponibilidad al perdón mutuo. Es preciso superar barreras y desconfianzas para construir juntos un país armonioso y pacífico, acudiendo, como en el pasado, a las fuentes límpidas de la fe cristiana común.

Sí, amadísimos ucranios, ha sido el cristianismo el que ha inspirado a vuestros más grandes hombres de cultura y de arte, y ha regado abundantemente las raíces morales, espirituales y sociales de vuestro país. Me complace recordar aquí lo que escribió un compatriota vuestro, el filósofo Hryhorij Skovoroda:  "Todo pasa, pero el amor es lo que permanece al final de todo. Todo pasa, excepto Dios y el amor". Solamente una persona profundamente impregnada de espíritu cristiano pudo tener esa intuición. En sus palabras se reconoce el eco de la primera carta de san Juan:  "Dios es amor. Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, 16).

En toda Europa la palabra del Evangelio ha echado profundas raíces, produciendo, a lo largo de los siglos, frutos maravillosos de civilización, cultura y santidad. Por desgracia, las opciones de los pueblos del continente no siempre han sido coherentes con los valores de las respectivas tradiciones cristianas, y así la historia ha debido registrar acontecimientos tristísimos de atropellos, devastaciones y lutos

Los ancianos de vuestro pueblo recuerdan con nostalgia el tiempo en que Ucrania era independiente. A aquel período, más bien breve, siguieron los años terribles de la dictadura soviética y la durísima carestía de los primeros años de la década de 1930, cuando vuestro país, "granero de Europa", ya no lograba alimentar a sus propios hijos, que morían a millones. Y no podemos olvidar a los innumerables compatriotas vuestros que murieron durante la guerra de 1941-1945 contra la invasión nazi. Lamentablemente, la liberación del nazismo no constituyó también la liberación del régimen comunista, que siguió pisoteando los derechos humanos más elementales, deportando a ciudadanos inermes, encarcelando a los disidentes, persiguiendo a los creyentes, e incluso tratando de borrar de la conciencia del pueblo la idea misma de libertad e independencia. Por suerte, el gran cambio histórico de 1989 permitió a Ucrania reconquistar finalmente su libertad y plena soberanía.

Vuestro pueblo logró esa ansiada meta de modo pacífico e incruento y ahora está comprometido con tenacidad en una obra de valiente reconstrucción social y espiritual. La comunidad internacional no puede por menos de apreciar los éxitos obtenidos al consolidar la paz y resolver las tensiones regionales teniendo en cuenta las características locales.

Yo mismo os exhorto a perseverar en el esfuerzo necesario para superar las dificultades que quedan, asegurando el pleno respeto de los derechos de las minorías nacionales y religiosas. Con una política de sabia tolerancia el pueblo ucraniano se granjeará consideración y simpatía, y así se asegurará un lugar particular en la familia de los pueblos europeos.

Como Pastor de la Iglesia católica, quiero subrayar con sincero aprecio el hecho de que en el preámbulo de la Constitución de Ucrania se recuerda a los ciudadanos "la responsabilidad ante Dios". En esta perspectiva se situaba seguramente vuestro compatriota Hryhorij Skovoroda, cuando invitaba a sus contemporáneos a proponerse siempre como compromiso prioritario "comprender al hombre", buscando para él los caminos que pudieran permitirle salir definitivamente de los callejones de la intransigencia y el odio.

Los valores del Evangelio, que forman parte de vuestra identidad nacional, os ayudarán a construir una sociedad abierta y solidaria, en la que cada uno pueda dar su aportación específica al bien común, encontrando al mismo tiempo un apoyo conveniente para desarrollar lo mejor posible sus propias cualidades.

Es un llamamiento que dirijo sobre todo a los jóvenes para que, siguiendo las huellas de quienes han dado la vida por elevados ideales humanos, civiles y religiosos, conserven inalterado este patrimonio de civilización.

 

VIAJE APOSTÓLICO A UCRANIA
(23-27 DE JUNIO DE 2001)

Del Discurso del Santo Padre Juan Pablo II en su Encuentro con políticos, intelectuales y empresarios en el Palacio Presidencial “Mariyinskyi”, Kiev
 Sábado 23 de junio de 2001

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