(Escapulario de San Juan Pablo II en el Santuario San Jose de los carmelitas descalzos en Wadowice)
El
año 2001 habia sido proclamado "Año mariano para toda la Orden
Carmelita". Se celebraba el 750
aniversario de la entrega del escapulario a San Simón Stock. Con
motivo de la dedicación del año 2001 a Maria el 25 de marzo el Santo Padre Juan
Pablo II le dirigía un Mensaje a la Orden
del Carmen.
Con el signo del
escapulario se manifiesta una síntesis eficaz de espiritualidad mariana, que
alimenta la devoción de los creyentes, haciéndolos sensibles a la presencia
amorosa de la Virgen Madre en su vida. El escapulario es esencialmente un
"hábito". Quien lo recibe se une o se asocia, en un grado más o menos
íntimo, a la Orden del Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien
de toda la Iglesia (cf. Fórmula de la imposición del escapulario,
en el "Rito de la bendición e imposición del escapulario", aprobado
por la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, 5
de enero de 1996). Por tanto, quien se reviste del escapulario se introduce en
la tierra del Carmelo, para "comer sus frutos y sus productos" (cf. Jr 2,
7), y experimenta la presencia dulce y materna de María en su compromiso diario
de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el
bien de la Iglesia y de toda la humanidad (cf. Fórmula de la imposición
del escapulario).
Así pues, son dos las
verdades evocadas en el signo del escapulario: por una parte, la
protección continua de la Virgen santísima, no sólo a lo largo del camino de la
vida, sino también en el momento del paso hacia la plenitud de la gloria
eterna; y por otra, la certeza de que la devoción a ella no puede limitarse a
oraciones y homenajes en su honor en algunas circunstancias, sino que debe
constituir un "hábito", es decir, una orientación permanente de la
conducta cristiana, impregnada de oración y de vida interior, mediante la
práctica frecuente de los sacramentos y la práctica concreta de las obras de
misericordia espirituales y corporales. De este modo, el escapulario se
convierte en signo de "alianza" y de comunión recíproca entre María y
los fieles, pues traduce de manera concreta la entrega que en la cruz Jesús
hizo de su Madre a Juan, y en él a todos nosotros, y la entrega del apóstol
predilecto y de nosotros a ella, constituida nuestra Madre espiritual.
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