Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 9 de septiembre de 2025

“Subtilĭtas” en la sucesión de los Papas - De Pablo VI a Juan Pablo I /Juan Pablo II


Como son elegidos los Papas?  El Papa “en ejercicio” intenta preparar a quien elegiría como  posible sucesor?   Previo Conclave algunos candidatos han respondido que es obra del Espíritu Santo. Se dice también que quien entra como Papa sale cardenal. Y esto ha ocurrido en este último Conclave.  El Cardenal Robert Prevost era el menos mencionado ante tantas apuestas firmes.

En 1997 Joseph Ratzinger entrevistado por la televisión bávara sobre la responsabilidad del Espíritu Santo en la elección del Papa, decía: “Yo diría que el Espíritu no toma exactamente el control del asunto, sino que más bien, como buen educador, por así decirlo, nos deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos por completo. Por lo tanto, el papel del Espíritu Santo debe entenderse en un sentido mucho mas elástico, no que el dicte el candidato por el que uno debe votar. Probablemente la única garantía que el ofrece es que la cosa no quede totalmente arruinada.” (Georg Gänswein, en “Nada más que la verdad” p 67)

Hay quienes afirman que cuando un pontífice enferma comienzan los debates internos del Vaticano en torno a su sucesión y se comienza a vivir un tiempo pre Conclave. Las sorpresas en estos tiempos fueron Juan Pablo I, muerto súbitamente y la inesperada renuncia de Benedicto XVI.

A la muerte de Juan Pablo I,  el Cardenal Karol Wojtyla se preguntaba “No sabemos que significa esta muerte para la cátedra de Pedro” y  “no hablaba nunca ni siquiera en privado de la sucesión del Papa  Luciani” (Dziwisz).  Cuando su chofer Mucha, durante el desayuno  fue a darle la noticia de la muerte del Papa Juan Pablo I comento que,  al retirarse,  escucho un ruido extraño,  como si se le hubiera caído algo al cardenal  Karol Wojtyla, y más tarde cuando el cardenal partia para Roma, al saludo de Mucha “hasta pronto señor cardenal”,  Karol Wojtyla le respondió  “nunca se sabe”.

Al dejar Cracovia para asistir al  Conclave las autoridades comunistas le quitaron el pasaporte diplomático…. para verlo volver al año siguiente vestido de blanco…

Enseptiembre 2003 Gianni Cardinale de 30 giorni (que ha dejado de publicarse) le preguntaba al cardenal Joseph Ratzinger.  de quien decía era “sin duda el más conocido de los 21 purpurados del Sagrado Colegio que participaron en los dos cónclaves de 1978”,   acerca del 2do conclave y el cardenal respondía….. Pero que la Providencia hubiera dicho que no a nuestra elección fue de verdad un duro golpe. Aunque la elección de Luciani no fue un error. Esos 33 días de pontificado han tenido una función en la historia de la Iglesia. Cual? Le preguntaba Cardinale y Ratzinger respondia: : No fue sólo el testimonio de bondad y de una fe gozosa. Esa muerte imprevista abrió también las puertas a una opción inesperada. La de un Papa no italiano”.


De alguna manera es un escalofriante misterio pensar que el Papa Juan Pablo I fue elegido el día que Polonia celebra a su santa Patrona,  Nuestra Señora de Jasna Gora,  y  su papado duro  tan solo 33 dias (33!) para ser sucedido por un hijo de Polonia!

Recordamos también las misteriosas palabras de Wanda Półtawska en  Diario de  una amistad, La familia Połtawski y Karol Wojtyła,  “La noticia de la muerte de Juan Pablo I fue una sorpresa para todos, y él me dijo: «Pensaba que tendría más tiempo».

Ensu primera aparición el 16 de octubre de 1978 y su primer saludo breve,  Juan Pablo II,  el  “llamado de un país lejano...”,  recordaba a su antecesor Juan Pablo I,   reconociendo haber  “sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima.”. Al dia siguiente en un mensajeradiofónico,  ya mas explicito y extenso “en el que se mezclan indisolublemente los recuerdos y los afectos, la nostalgia y la esperanza” y ante “la inmensa carga y función que se nos ha confiado” recordaba a su antecesor el Papa Juan Pablo I y como fiel discípulo del Concilio Vaticano II, reivindicaba el magisterio pastoral y citaba varios de los documentos,  que siempre tuvo presente en su patria y en su pontificado.


En la homilía del inicio de pontificado, dirigia su saludo al mundo, a Roma y a Polonia  “este Obispo que no es romano. Un Obispo que es hijo de Polonia, pero desde este momento, también él se hace romano. Si, ¡romano! También porque es hijo de una nación cuya historia, desde sus primeros albores, y cuyas milenarias tradiciones están marcadas por un vínculo vivo, fuerte, jamás interrumpido, sentido y siempre vivido, con la Sede de Pedro; una nación que ha permanecido siempre fiel a esta Sede de Roma. ¡Oh, el designio de la Divina Providencia es inescrutable!” 

Y recordamos sus inolvidables palabras, que fueron “el motor de su vida y la línea maestra de su pontificado” (Dziwisz) No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!...¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!,“«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Estas palabras fueron pronunciadas por Simón, hijo de Jonás, en la región de Cesarea de Filipo. Las dijo, sí, en la propia lengua, con una convicción profunda, vivida, sentida; pero no tenían dentro de él su fuente, su manantial: «...porque no es la carne, ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16, 17). Eran palabras de fe. Ellas marcan el comienzo de la misión de Pedro en la historia de la salvación, en la historia del Pueblo de Dios. Desde entonces, desde esa confesión de fe, la historia sagrada de la salvación y del Pueblo de Dios debía adquirir una nueva dimensión: expresarse en la histórica dimensión de la Iglesia. Esta dimensión eclesial de la historia del Pueblo de Dios tiene sus orígenes, nace de hecho, de estas palabras de fe y sigue vinculada al hombre que las pronunció: «Tú eres Pedro —roca, piedra— y sobre ti, como sobre una piedra, edificaré mi Iglesia».  (…)  

”Era su programa de vida, el programa de su corazón, de su piedad y al mismo tiempo el programa del servicio pastoral que, como sucesor de Pedro, estaba iniciando en la Iglesia Universal”. Lo que dijo aquel domingo de octubre formaba parte de su memoria, de su historia, del patrimono religioso y cultural que se había llevado consigo desde su patria hasta la catedra de San Pedro.  (Dziwisz -  Una vida con Karol, Conversación con Gian Franco Svidercoschi ,La esfera de los libros, 2008)

El Papa Pablo VI nunca había viajado a Polonia como pontífice, pero Giovanni Battista Montini había cumplido en Varsovia un breve periodo en la Nunciatura después de haber ingresado muy joven a la Secretaria de Estado Vaticano.  Luego sucedió al Papa Juan XXIII y continúo con el Concilio Vaticano II iniciado por el Papa Juan,  de quien había sido asistente en la preparación del Concilio.  Si bien tuvo intenciones de regresar a Polonia,  cuando ya era Papa,  las autoridades de entonces no se lo permitieron.  Y fue Montini cuando ya Papa Pablo VI quien nombro cardenal a Karol Wojtyla  en 1967, quien iba ganando cierta admiración por parte del Santo Padre debido a su activa y entusiasta participación en el Concilio,  que se habría intensificado en 1976 cuando lo llamo para que predicara los ejercicios espirituales de Cuaresma para el Pontífice y la Curia dándolo a conocer públicamente.



El autor Cándido Pozo comentaba de la participación de Karol Wojtyla en el Concilio “ …  La insistencia en su deuda personal con el Concilio y en su trayectoria de Pastor preocupado por responder a ella, ya como Arzobispo de Cracovia y, por tanto, mucho antes de su elección al Sumo Pontificado, me llamaron poderosamente la atención.

Comprometido de alguna manera con Wojtyla y con Polonia el Papa Pablo VI en octubre de 1971 (como novedad) oficio personalmente el rito de beatificación del mártir polaco de Auschwitz, Maximiliano Maria Kolbe en una Santa Misa concelebrada con el Cardenal Wyszynski y obispos polacos (Karol Wojtyla presente).

En algún momento Juan Pablo II expreso que Pablo VI había comprendido como pocos la situación de la Iglesia en Polonia y en los países del este. 

Al recordar los 25 años de su fallecimiento Juan Pablo II en la Audiencia Generaldel  25 de junio de 2003  expreso:   Al sucederle en la Cátedra de Pedro, me he esforzado por proseguir la acción pastoral que había iniciado, inspirándome en él como en un padre y maestro”…confianza mutua inspiradora.

El Cardenal Stanisław Ryłko en  su conferencia en la  Universidad Católicade San Antonio Murcia, 16 de abril de 2010 Juan Pablo II: el Papa llamado a introducir a la Iglesia al tercer milenio recordaba:

«El periodista y ensayista francés André Frossard describía así el día de la inauguración de su pontificado: «Aquel día de octubre en que apareció por primera vez sobre la escalinata de San Pedro con un enorme crucifijo puesto ante sí, sosteniéndolo con ambas manos como una espada, al resonar en la plaza sus primeras palabras “¡No tengáis miedo!”, en ese mismo momento todos entendieron que algo se había movido en el cielo y que, después del hombre de buena voluntad que había abierto el Concilio (Juan XXIII), después del grande del espíritu que lo había cerrado (Pablo VI), después de un intermedio dulce y fugitivo como un vuelo de paloma (Juan Pablo I), Dios nos enviaba un testigo. Se sabía que venía de Polonia. Yo tenía la impresión más bien de que había dejado las redes a la orilla de algún lago y que, tras las huellas del apóstol Pedro, había llegado directamente de Galilea. Nunca me había sentido tan cercano al Evangelio. Porque, sin duda alguna, aquel “¡No tengáis miedo!” estaba dirigido a un mundo donde el hombre tiene miedo del hombre, miedo de la vida como de la muerte y quizá más de la vida que de la muerte, miedo de las locas energías que tiene presas, miedo de todo, de nada y a veces de su miedo mismo»    

Con maestría y con palabras de una densidad espiritual poco común, Frossard resalta en este pasaje la dimensión más profunda de la personalidad de Karol Wojtyla, gran testigo de la fe en tiempos que se ven inundados de secularización y de modelos de vida sin Dios; en un mundo en que los hombres viven como si Dios no existiese – testigo hasta derramar la propia sangre, en aquel inaudito atentado del 13 de mayo de 1981 en la plaza San Pedro. Gran testigo de esperanza en medio de una humanidad que busca desesperadamente razones para vivir.

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