“ El hombre, en
su vida, se prepara constantemente para algo…..vivimos siempre
preparándonos ….. Toda nuestra vida es una preparación de etapa en etapa, de
día en día, de una tarea a otra.
Cuando la Iglesia en esta liturgia del Adviento, nos repite hoy la
llamada de Juan Bautista pronunciada en el Jordán, quiere que todo este
"prepararse" de día en día, de etapa en etapa, que constituye la
trama de toda la vida, lo llenemos con el recuerdo de Dios. Porque, en fin
de cuentas, nos preparamos para el encuentro con El. Y toda nuestra
vida sobre la tierra tiene su definitivo sentido y valor cuando nos preparamos
siempre para ese encuentro constante y coherentemente. "Cierto de que el
que comenzó en vosotros la buena obra —escribe San Pablo a los Filipenses— la
llevará a cabo hasta el día de Cristo Jesús" (Flp 1. 6). Esta
"obra buena" comenzó ya en cada uno de nosotros en el momento de la
concepción, en el momento de nacer, porque hemos traído con nosotros al mundo
nuestra humanidad y todos los "dones de la naturaleza", que
pertenecen a ella. Esta "obra buena" comenzó mucho más en cada uno de
nosotros por el bautismo, cuando fuimos convertidos en hijos de Dios y
herederos de su Reino. Es necesario desarrollar esta "obra buena" de
día en día con constancia y confianza hasta el fin, "hasta el día de
Cristo". De este modo toda la vida se convierte en cooperación con la
gracia y en maduración de esta plenitud que Dios mismo espera de nosotros.
Efectivamente, cada uno de nosotros se parece al agricultor de que habla el
Salmo responsorial de hoy:
"Los que con llanto siembran / en júbilo cosechan. Van y andan llorando
/ los que llevan y esparcen la semilla, / pero vendrán alegres trayendo sus
gavillas" (Sal 125 [126], 5-6).
Esforcémonos para ver así toda nuestra vida. Toda ella es un adviento.”
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