En precioso y ameno comentario titulado “En el umbral del
mundo y de la historia” el profesor emérito
del Ateneo Pontificio Regina Apostolurum P. Javier García L.C. analiza el “sorprendente
poemario que a Karol Wojtyla se le ha escapado del alma ¡a sus 82 años y bajo
la blanca túnica de Sumo Pontífice!”
“Tríptico Romano:
substantivo y adjetivo nos dan una primera pista para adentrarnos en la comprensión
y saboreo de estos poemas. “Tríptico”, como los retablos pictóricos clásicos –
o como en el teatro -, son tres cuadros con tema diverso – arroyo, capilla
Sixtina, monte Moria -, y con un nexo oculto que les da unidad de sentido: el
amor de Dios Padre que tanto ha amado los hombres, que les ha dado a su Hijo único,
el Verbo Creador del mundo y de lso hombres, para que no perezcan, sino que
tengan vida sempiterna. El argumento de este drama es tan complejo y
polifacético, que no bastaría un filósofo, un teólogo, un pintor o un
dramaturgo para exponerlo. Quien lo afrontara, tendría que ser un poeta que
fuera a la vez filósofo, teólogo, dramaturgo y, sobre todo, místico. Dos
magnitudes lejanas, pero afines, se han encontrado: la revelación del misterio
de la voluntad del Padre y el corazón grande y sensible de Karol Wojtyla.
“Romano”: el adjetivo
que califica al tríptico, dice muchas cosas; la más inmediata, que ha sido
forjado en Roma, concretamente en Castelgandolfo, donde Juan Pablo II pasaba
sus vacaciones en el verano de 2002. Otra, también evidente, que el poema
central y más largo es una contemplación desde el umbral de la Capilla Sixtina,
romana por sus cuatro costados. Otra, en fin, más honda, nos dice que Juan
Pablo II, pontífice romano, desde la colina de Pedro, conserva en su corazón –como
María- las vivencias que aquí refleja: en el torrente que baja del monte, contemplado
quizás en sus montañas Tatra o en sus excursiones por los Alpes valdostanos -,
ve a toda la creación y entrevé al Verbo Creador; la Capilla Sixtina, de su elección
como Papa, es umbral cromático de toda la historia de la salvación, desde sus orígenes
hasta su término o juicio final; la visión abràmica del monte Moria,
contemplado en su viaje a Tierra Santa en el Jubileo del 2000, es a su vez
umbral para entrever el dolor de otro Padre que por amor a los hombres
sacrifica a su Hijo único. Éstas y otras muchas vivencias interiores de Juan
Pablo se van cociendo al fuego lento y transformante de su experiencia romana,
que es como decir, fuego sobre la Roca de Pedro, que irradia sobre la
catolicidad.
En su organización, el tríptico se nos convierte en drama de
tres actos – no olvidemos al Wojtyla autor y actor teatral -, cada acto con
varias escenas, “Asombro” y “La fuente”.
El segundo “Meditación sobre el libro del Génesis en el umbral de la Capilla Sixtina”,
consta de cuatro escenas y un epilogo: “El primer Vidente”, “Imagen y Semejanza”,
“Presacramento”, “Juicio” y “Epílogo”. El tercer acto, titulado “Monte en la región
de Moria”, contiene cuatro escenas: “Ur de los caldeos”, “Tres vidit et unum
adoravit”, “Conversación del Padre con el hijo en la región de Moria” y “Dios
de la Alianza”.
Como se ve, es pintura, es drama, es poema, es meditación, es
sinfonía. ¡No le queramos poner puertas al sol! Wojtyla, que se ha bañado en el
río caudaloso del teatro rapsódico polaco, se mueve con esa misma libertad
creativa”.
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