La siguiente es
del 9 de junio de 1985
A
la hora de la común oración del Ángelus, nos dirigimos, juntamente con
María —por medio de su Corazón Inmaculado— al Corazón Divino de su
Hijo. Corazón de Jesús - templo santo de Dios / Corazón de Jesús -
tabernáculo del Altísimo.
Corazón
de un Hombre semejante a tantos, a tantos otros corazones humanos y, a la vez,
Corazón de Dios-Hijo.
Por
tanto, si es verdad que cada uno de los hombres "habita",
de algún modo, en su corazón, entonces en el Corazón del
Hombre de Nazaret, de Jesucristo, habita Dios. Es "templo de Dios",
por ser Corazón de este hombre.
Dios-Hijo está unido con el Padre, como Verbo Eterno, "Dios de
Dios, Luz de Luz..., engendrado no creado".
El
Hijo esta unido con el Padre en el Espíritu Santo, que es el
"soplo" del Padre y del Hijo y es, en la Divina Trinidad, la
Persona-Amor.
El
Corazón del Hombre Jesucristo es, pues, en el sentido trinitario,
"templo de Dios": es el templo interior del Hijo que está unido
con el Padre en el Espíritu Santo mediante la unidad de la Divinidad. ¡Qué
inescrutable permanece el misterio de este Corazón, que es
"templo de Dios" y "tabernáculo del Altísimo"!
Al mismo tiempo, es la verdadera "morada de Dios con los hombres" (Ap 21,
3), porque el Corazón de Jesús, en su templo interior, abraza a todos los
hombres. Todos habitan allí, abrazados por el eterno amor. A todos
pueden dirigirse —en el Corazón de Jesús— las palabras del Profeta: "Con
amor eterno te amé, / por eso prolongué mi misericordia (Jer 31,
3).
Que esta fuerza del eterno amor que está en el Corazón divino de Jesús, se
comunique hoy de modo particular a los jóvenes que reciben la
confirmación.
En
ellos debe habitar de modo particular el Espíritu Santo.
Que
se conviertan, pues, también sus corazones —a semejanza de Cristo— en
"templo santo de Dios" y "tabernáculo del Altísimo".
Con
frecuencia he oído cantar a los jóvenes: "¿Vosotros
sabéis que sois un templo?". Sí, somos templo de Dios y el Espíritu Santo
habita en nosotros, según las palabras de San Pablo (cf. 1 Cor 3,
16).
Por medio del Corazón Inmaculado de María permanezcamos en la Alianza
con el Corazón de Jesús, que es "templo de Dios", el más
espléndido "tabernáculo del Altísimo", el más perfecto.
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